A partir de una consigna con instrucciones a seguir, fuimos encontrando diferentes palabras con las que luego creamos una historia.
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Una mañana me desperté con ganas de realizar una escritura, saqué de mi armario un lápiz y un papel y me dirigí hacia el jardín de mi casa con la esperanza de que alguna escena me diera el envión para soltar mi vocabulario y empezar a escribir.
De repente se posó una abeja en una hermosa orquídea, solté mi mano y comencé con mi relato.
Estuve varias horas bajo el sol describiendo esa escena tan perfecta del insecto alimentándose del polen de la flor.
Ya se acercaba el atardecer y mi madre, que se encontraba dentro de casa, se dirigió hacia mí para informarme que esa noche iríamos a comer en familia.
Cuando llegamos al hogar de mi abuela para pasar una velada familiar, decidí regalarle ese relato a ella que era amante de la lectura y que seguramente le fascinaría.
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La
Hormiguita triunfadora
Había una vez
una hormiguita que era muy vaga, no le gustaba ir a la escuela, tampoco trabajar, solo se dedicaba a mirar la
televisión y comer todo el día, sentada muy cómodamente en su sofá de cascara
de nuez.
Un buen día
tocaron a su puerta, y era su
buena amiga la luciérnaga,
una amiga muy talentosa,
siempre exitosa en todo lo que se proponía. Ella, al ingresar al living de la
casa de la hormiguita, observó un desorden total, sobre la mesa había potes de
helado de hojitas verdes y amarillas vacíos que parecían tener varios días allí,
además a un costado había gran cantidad de miguitas de pan acumuladas, en ese
momento la luciérnaga apagó el televisor y se dispuso a conversar con su amiga.
-¡No dejes que
la gula te gobierne! ¿Alguna
vez ye has preguntado cómo será tu futuro?
¿Qué harás de tu vida? ¿A qué te dedicarás? -le dijo la luciérnaga.
Luego de una
larga discusión la hormiguita reconoció que su buena amiga le decía la verdad,
y que algo debía hacer.
-Ven a
entrenar conmigo para la maratón del bosque, yo te pondré en forma, bajarás de
peso e incluso ganaras -le dijo la luciérnaga.
-¿Yo? ¿Ganar una
maratón? Pero si apenas puedo correr al escarabajo-bus que va al mercado, ¿Cómo
quieres que gane una maratón? Tú eres una aficionada
a los deportes -le respondió la hormiguita.
-¡No seas pequeñuela! ya verás, ya verás -le
dijo la luciérnaga.
Así fue como
durante seis meses entrenaron muy duro,
la luciérnaga sin piedad le ponía pruebas cada vez más difíciles, y la
hormiguita, emocionada por el hecho de ganar por primera vez algo en su vida,
siempre sorteaba las dificultades con éxito.
Llegó el gran
día. La hormiguita estaba junto a su amiga la luciérnaga en la línea de salida,
la cual le daba sus últimas palabras de motivación, cuando el abejorro dio la
señal de partida, salieron disparadas las dos tomando rápidamente las primeras posiciones,
dejando a los demás insectos muy por detrás.
La luciérnaga
tenía un plan secreto el cual consistía en desacelerar un poco llegando a la meta para que así la hormiguita
pudiera ganar la carrera y que su autoestima se eleve, cosa que necesitaba desde
el inicio de nuestra historia. Pero fue de gran asombro para la luciérnaga el
darse cuenta que aún corriendo lo más rápido posible, la hormiguita la paso
llegando a la meta primera sin necesidad de ayuda de su buena amiga.
Al ganar la carrera, la hormiguita
sintió esa sensación de gloria, de éxito, esa sensación de ser el número uno en
algo, ser el mejor. Pronto la luciérnaga, quien salió segunda, se acercó a
abrazarla para felicitarla y a recibir las enormes gracias que su buena amiga
no paraba de darle.
La hormiguita
vaga, se convirtió en la hormiguita deportista, ahora emocionada por dedicarse al deporte, a vivir una vida sana,
no mirar más televisión y vencer a la gula. Ahora tiene un futuro.
Romina Pópolo, 2013
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Sueño
Esta es la historia de una
luciérnaga, chiquitita y picarona, que con sólo verla causaba ternura.
Como de costumbre todas las noches,
se pasaba un buen rato en la plantita de aquel olivo, para ver nacer y crecer
la luna, hasta quedarse dormida en la cuna.
De pronto una sensación recorrió su
corazón, de esas cosas que solo pasan en los sueños. Dio un salto y sin más
esperar muy emocionada se puso a escribir, así como lo hacen en la literatura,
su sueño de vivir.
Melody Barbieri, 2013
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La casita del bosque: Sólo un recuerdo
Una tarde de viernes calurosa de primavera, estaba en el colegio, ansiando que llegaran las 4.10 para que empezara mi fin de semana largo. Cuando mis papás llegaron de trabajar, agarramos nuestros bolsos, el mate, algunas galletitas, de chocolate por supuesto no podían faltar, mis preferidas, y emprendimos el viaje a Mar del Plata.
En mi mochila de mano no podía faltar: la billetera, el celular, algún libro para leer en mis ratos libres, algunas veces también en inglés, mis cosas de higiene personal, las cartas para entretenernos con mi hermana y que el viaje pasara más rápido, y la cámara de fotos, entre otras cosas.
Era ya de noche cuando llegamos a la casa de mis abuelos paternos, que nos esperaban con la cena lista, unas ricas milanesas que había preparado mi abuela acompañadas de tartas, una de jamón y queso y otra de verdura. Si hay algo que me encanta es ponerle mayonesa a la tarta de jamón y queso, aunque para la cocinera sea un sacrilegio hacer eso. De postre nunca faltaba la variedad de frutas: peras, mandarinas, uvas, duraznos y bananas.
Llegó el momento de ir a dormir, pero claro ¿a quién no le daba miedo la oscuridad en una casa con ruidos extraños a los que uno no esta acostumbrado? Por este motivo, mi mamá nos dejaba una luz del pasillo que, con la puerta entornada, iluminaba nuestra pieza tan suavemente como una luciérnaga. Y no faltaba nunca esa noche de tormenta en la que la contención de mamá era aún mayor y se quedaba con nosotras hasta que nos dormíamos.
Hoy, momentos como éste quedan en mis recuerdos, guardados en mi corazón, y cómo los extraño por cierto, desde aquel día en que mis abuelos vendieron la casa. ¡Cómo disfrutábamos esos fines de semana largos, que parecían largos como un ciempiés de lo bien que la pasábamos, aunque sólo eran tres o cuatro días. Y ni hablar de las vacaciones de verano, dos meses enteros en que nos instalábamos en la “casita del bosque” junto a mis primos. ¡Esas sí que eran largas!
Carolina Valletta, 2013
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Un viernes
Cierra los ojos y revive
paso por paso, minuto a minuto ese día, el día anterior a ése y todos los
siguientes. Porque no fue un día más, un
viernes más. Marcó un antes y un después en su vida y en la de tantos otros.
La noche anterior le había costado dormir, dio
muchas vueltas antes de meterse en la cama. Primero se bañó tomándose todo su
tiempo, preparó lo que se pondría dentro de un par de horas, porque faltaba
eso…sólo un par de horas, contempló la LUNA, puso su despertador y se acostó.
Corría dentro suyo un sentimiento nunca antes
vivido, miedo…sí miedo, pero no a la oscuridad esta vez, o a andar sola por la
calle de noche, ni nada que se le pareciera.
Eso era lo que le causaba más miedo justamente, la
incertidumbre de no saber lo que iba a suceder. Desconocer la sensación, más allá
de que SIEMPRE había recibido comentarios al respecto, esta vez ella lo iba a
vivir en carne propia.
Fue así que a las seis vislumbró una lucecita, “una
LUCIÉRNAGA dentro de la habitación”, pensó y al instante sonrió al escuchar un
SONIDO estridente, fue su despertador que, entre ruidos y luces, le avisó que
había llegado el momento.
Se levantó de un salto, pero se autoconvenció de que
debía tomárselo con un poco más de calma, así que inspiró y exhaló profundamente,
fue un respiro LIBERADOR.
Tomó sus ropas, se vistió y junto con ella el resto
de las personas que estaban ahí, (eran más precisamente tres).
Subieron todos al automóvil, entendiéndose con
miradas. No hacía falta más, era tan PRIVADO, tan de ellos el momento, que cada
cual actuó como habían acordado la noche anterior.
Luego de unos cuarenta minutos, aproximadamente , llegaron
a su destino, ella buscaba seguridad pero paradójicamente transmitía mucha
confianza con su mirada.
Entró primera, claro, y ellos detrás. Se anunció y
tuvo que esperar a ser llamada. Cada segundo parecía un tiempo larguísimo.
Finalmente escuchó su nombre y una persona la guió
hasta el lugar que a partir de ese preciso momento sería su lugar, por lo
menos durante los próximos cinco días.
Ella miraba su reloj, ahora se acercaba cada vez más
rápido ese momento…Aquel que hacía un ratito nomás veía tan lejano.
Y así fue, tan rápido que cuando se dio cuenta
estaba rodeada de más gente, no las mismas tres personas que antes, sólo una de
ellas y muchas otras más, que no llegó a contar porque era lo que menos
importaba.
Se largó a REIR, en medio de toda esa situación…rió,
rió y también lloró…pero el miedo quedó muy atrás, probablemente en el piso de
abajo.
Sólo la invadía la alegría, la emoción y se sintió RENACER.
No existió nada más SANADOR para todos los males o dolores de la vida que el
amor profundo que la desbordó al ver lo que había logrado.
Jamás había SENTIDO tanto amor algo que nunca iba a
poder explicar o transmitir con palabras, porque jamás había AMADO tanto a
alguien a quien conocía hace apenas unos segundos.
A partir de ese día, los viernes siguieron siendo
viernes…pero cada 29 de agosto se llena de RECUERDOS Y marca un año más de ese amor que se construye
día a día con un lazo cada vez más
fuerte.
Flavia
Abeleira López, 2013
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¡Qué lindas
mañanas!
Esas mañanas frías de invierno, como
todas a las 6:30, me despertaba mi papá para ir al colegio.
A esa hora aún seguía soñando con
luciérnagas brillando en la oscuridad, una luna llena gigante queriéndose
esconder y un sol por nacer color cobre.
Él abría la puerta, prendía la luz,
levantaba la persiana y decía:
-vamos
a levantarse, ya es tarde.
Y de mi parte no había respuesta alguna,
me hacia la dormida para seguir calentita en la cama.¡ Pobre papá!, me tenía
mucha paciencia.
A los cinco minutos escuchaba el caminar
lento por el pasillo, yo sabía que me traía el desayuno para tratar de
despertarme. Era chocolatada tibia, mi preferida.
-Bárbara vamos, arriba.
-Te traje la leche, dale.
Con mucho amor me destapaba un poco y me
acercaba la taza. En ese momento reaccionaba, me estiraba y me decidía a
sentarme sobre la cama para poder tomarla.
Me esperaba a que terminara para poder
llevarse la bandeja a la cocina, y allí me esperaba.
Yo me levantaba y me ponía el uniforme: pollera
escocesa, medias de lana y buzo azul, camisa básica blanca y zapatos marrones.
Pasaba por el baño a lavarme la cara y los dientes.
En ese momento, papá salía a sacar el
auto del garaje y prendía la calefacción para no tomar frío. Al subir al auto me daba un chicle de menta y
plata para el recreo.
En el camino, recogíamos a mis compañeras, quienes vivían todas cerca
de casa. Al llegar al cole, esperaba que
entráramos y así poder volver tranquilo a casa para abrir su peluquería. ¡Qué
lindo recuerdo!
Nuestras propias instrucciones
Instrucciones para caminar descalzo
Como primero y principal sáquese los zapatos, zapatillas o lo que tenga. Luego las medias, sáqueselo todo hasta que aquellas partes del cuerpo queden totalmente desnudas.
Hay que estar muy atentos a todos los peligros que allí afuera esperan para atacar. Recaudos hay muchos, debe observar por donde pisar y no sentirse un patinador artístico en una pista de patinaje.
Puede apoyar todo el pie o solo los dedos, dejando el talón suspendido en el aire en cada paso que da. Este último es utilizado frecuentemente por los chismosos o chusmas).
Al elegir una de estas dos opciones ya está casi listo para recibirse de caminador descalzo. Solo le falta tener a mano un jabón y agua para luego higienizarse.
¡Ahora si pies a la obra y a caminar!
Moreno, Ornella, 2013
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Instrucciones para bostezar
Si usted se acaba de levantar, no olvide lavarse la cara antes de salir de su casa. Cuando llegue el momento en que su cuerpo recuerda que esta cansado siga los siguientes pasos: tome aire por la nariz y deje fluir el bostezo, trate de no abrir tanto su boca de manera tal que su aspecto se torne como el de un hipopótamo, en caso de no poder evitarlo es fundamental taparse la boca con su mano hábil.
Muchas veces el bostezo viene acompañado de su compañero casi inseparable: el desperezo. Si usted los va a realizar al mismo tiempo esta rotundamente prohibido lograr la misma apertura que un hipopótamo con su boca, ya que sus manos van a estar ocupadas estirándose al costado de su cuerpo, como para poder tapársela.
Al finalizar mire el reloj y cuente las horas que le faltan para dormirse, en ese transcurso de horas trate de no repetir el bostezo, mas de 10 veces si le faltan entre 4 y 6 horas y mas de 25 si le faltan entre 6 y 10. Si usted supera estos límites corre el riesgo de quedarse dormido antes de llegar a su cama.
Oliverio Melisa, 2013
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Instrucciones para confiar
Primero conozca a una persona, y conviértala en su amigo, puede ser hombre o mujer, es recomendable que no sea viejo, pues es muy fácil confiar en los ancianos, por sus caras de buenas personas.
Tampoco aconsejo que sea un niño, ya que estos no distinguen completamente entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal.
Después piense un secreto, algo que este bien adentro de una mismo, uno de esos secretos que al decirlos en vos alta, ya no hay vuelta atrás
Siéntese en el cordón de la vereda, tenga presente que no esté lloviendo porque sería muy incomodo largar al aire su mayor secreto, con un paraguas en la mano.
Mientras su amigo le cuente de su largo día, usted mire al asfalto durante tres minutos, respire profundo y suéltelo.
Su amigo lo mirara y afirmara con la cabeza, puede que emita alguna opinión (depende de la persona que haya elegido como amigo) y nada más.
Silvina Martinez, 2013
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