sábado, 19 de diciembre de 2015

Nuestras consignas- Describir un lugar imaginario




Un lugar de tierra y raíz, de música y tambor.

Donde la brisa y la tierra, se entremezclan con el sol.

Los peladitos corren jugando en las calles.

Sus madres trabajan con sus manos para que nunca les falte.

Charlan entre sí y ríen porque sí.

Porque así son los días en este lugar,

donde el clima acaricia con calor y humedad.

Si llueve es ocasional,

entonces los peladitos cantan detrás de un ventanal.

O en las puertas de sus casas, librando todo mal.

Tombuctú tiene vida de ésa que es raíz de todo.

Tiene comunidad y tiene danza,al son de cueros y calabazas.


Laura Kryszanowski, 2015



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Salsipuedes




Salsipuedes no es un pueblo común y corriente. Es un lugar en que todo el año es primavera, y es por eso que tiene un clima cálido. Sus 150 habitantes son serenos y cordiales. Ellos viven en casas de estilo colonial. Sus calles se encuentran cortadas por otras, y es por esa razón que si se lo ve desde un helicóptero el pueblo se asemeja a un laberinto. Hay muchos turistas que vienen a visitarlo porque las leyendas urbanas dicen que una vez que se ingresa no pueden salir. Cuenta un mito que aquí vivió una pareja hace muchos años, cuando no había habitantes. Ellos empezaron a recorrer esta tierra y no encontraban nunca la salida, hasta que al final, transcurridos varios años se dieron por vencidos y se quedaron a vivir ahí. Tuvieron sus hijos, sus nietos y fallecieron en ese mismo lugar porque nunca pudieron encontrar la salida. 
Es por eso que la gente que llega tiene que pedir ayuda a sus habitantes cuando quiere irse, porque ellos conocen la salida. Hicieron un camino de árboles para no perderse. 


Luján Ocampo, 2015 

Escucha, el pueblo distinto 

Escucha no es un pueblo como cualquier otro, tiene una particularidad. 



A simple vista, tiene características parecidas a otros: Clima frío durante todo el año. En el invierno las laderas y los picos de las montañas que rodean el pueblo se llenan de nieve y en las otras estaciones se puede apreciar el color propio de sus montañas. Sus casas son bajas y coloridas, también hay comercios. El pueblo es tranquilo. 
Como dije antes, tiene una particularidad, porque en este pueblo sus habitantes no oyen muy bien. De la única manera en que se entienden es hablando en un tono muy alto. Si alguien quisiera contarle un secreto a otra persona, todo el pueblo se enteraría. Por eso, los vecinos eligen comunicarse por medio de cartas, así los secretos están a salvo y no generan problemas. Este medio se empezó a utilizar porque una vez uno de los habitantes quería organizar una fiesta sorpresa para su esposa. Lo que sucedió fue que hablaban en voz tan alta en la organización del acontecimiento que la noticia llegó a los oídos de su amada y ella se enteró de lo que estaba preparando su marido. 
Los visitantes concurren a “Escucha” atraídos por la característica de su población. También, para descubrir por qué razón les sucede eso. 
El pueblo, en realidad, se llama “Buenos Oídos”, en honor a su fundador, quien tenía la capacidad de escuchar a metros de distancia. La leyenda dice que un día escuchó algo que lo puso muy triste (Nunca se supo qué fue); lo que sí aseguran es que desde ese momento todo aquel que se le acercaba perdía la audición. Con el tiempo, los hijos de estas personas nacían con problemas auditivos y se transmitían a las siguientes generaciones. 
Esto provocó que, hoy en día, quienes viven en el pueblo no escuchen bien. A los turistas les sorprendió tanto este hecho que decidieron cambiarle el nombre y llamarlo “Escucha”, especialmente porque cuando lo visitan se preguntan a sí mismos: esta gente ¿escucha?, y de ahí fue como se empezó a llamar de otra manera, aunque sus habitantes no lo saben porque lo dicen en un tono de voz muy bajo, imposible para ellos de oír. 
Es un pueblo hermoso pero todos los visitantes se van con dolor de garganta o afónicos. Igual esto no impide que miles de ellos lo visiten todos los años. 


Bárbara Benitez, 2015

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Kissing

Esta pequeña localidad de Baviera, en Alemania, existe desde el siglo XVI, Sus lugareños acostumbraban a pasar eternas horas del día en las famosas tabernas. Éstas no eran lo que conocemos actualmente como tales, sino lugares románticos de época donde se encontraban los amantes para entregarse al amor y romper las barreras de lo prohibido. Por lo general, los pertenecientes a Kissing iniciaban sus citas secretas leyéndose poemas de amor exagerado, productos de eternas noches de insomnio, que surgían de aquellas ideas e imaginario del encuentro prohibido.


Luego del poema, vaya a saber qué sucedía allí, pero desde aquellas tabernas se oían suspiros y gemidos de placer las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año.
Cuentan las lenguas, que un rey descubrió a su esposa siéndole infiel, lo que produjo tanta ira en él que ordenó quemar todas las tabernas del distrito. La orden se llevó a cabo a pesar de que dentro de ellas, se encontraban cientos de pecaminosos infieles entregándose al amor, entre ellos, la reina.
Entre los restos que dejó el incendio, se encontró un libro que contenía una recopilación de poemas románticos, con autoría de aquellos quienes, desleales a sus parejas, se entregaban a morder la manzana de la prohibición.
En la actualidad, si uno transita Kissing, puede observar en las paredes del distrito, aquel arte que nació en las tabernas, en forma de poemas románticos, los que, después de tanto tiempo, ya no tienen nada que esconder.


Luciana Gallo
2016

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Colonia Dora

Colonia Dora se encuentra a ciento cincuenta kilómetros de la capital de Santiago del Estero. Su paisaje nos refleja pobreza y sacrificio. La señalización de este pueblo no está bien clara;para llegar hay que adivinar el camino y sólo se encuentra un cartel indicador al costado de la ruta.
Las casas son de paja, alguna que otra tiene ladrillos. Las calles son de tierra y en ellas se  manifiesta un gran desfile de pies y, con suerte, de zapatillas.  Me persigue una manada de perros en búsqueda de algún hueso perdido, pedazo de pan o un “cacho” de carne. Les puedo contar las costillas, pero prefiero seguir caminando en búsqueda de más paisaje.
Comienzo a encontrarme protagonistas con rasgos aborígenes; algunos casi sin ropa, con alguno que otro cuero para tapar “partes íntimas”. Los niños me miran y me regalan sonrisas, algunos me invitan a jugar con sus ramas y baldes.           
Sus maizales están en el ochenta por ciento del pueblo, alguna que otra hectárea tiene vacas y quizás cuente alguna oveja que pasa desapercibida. Los pastizales parecen estar bien cuidados. 
A dos kilómetros  se encuentra una laguna que se formó por la última inundación; en ella lavan la ropa las mujeres y  hasta se bañan los chicos.  
Al seguir  caminando, me topo con un edificio muy bien construido, que dice “Salita de primeros auxilios”. Me llama la atención, por lo que mis impulsos me llevan a entrar y ver reflejada la desidia humana: habitaciones incendiadas, papeles tirados y algunas botellas de alcohol. Mis pies comienzan a retroceder  y trato de salir en silencio, agazapada,   como si yo hubiera provocado semejante desastre.

Comienzo a volver de a poco,  observando los terrenos, y me doy cuenta de que la inundación dejó un panorama preocupante, casas muy precarias con marcas de la crecida; víboras y roedores pasan entre mis pies. 
Un poco obnubilada, vuelvo donde todo comenzó. un cartel verde grande oxidado al costado de la ruta, que  indica el nombre del lugar:“Colonia Dora “.

Paula Vega
2016
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Meteora

No es un pueblo como cualquier otro. Se destaca entre todos. Un pequeño lugar suspendido en el aire, especie de isla. Con casas de varios tamaños, rodeadas de nubes blancas, como el algodón, que parecen parte de ellas. Los niños del lugar se pasan gran parte del día jugando sobre ellas. Meteora cuenta con pocos habitantes, ya que es muy difícil llegar allí y no todos saben de su existencia. La única manera es a través de un camino de piedras muy largo, que va rodeando la montaña hasta la isla.




El problema es que se puede hacer solamente caminando y se tardan dos días. Es por ello, que sus habitantes no salen de su pueblo y tampoco reciben muchos turistas.

Cuenta la leyenda que una diosa griega, llamada Meteora, fue la única persona que hace millones de años logró salir de este lugar, en busca de nuevos habitantes, para poder lograr formar el pequeño lugar que es hoy. En agradecimiento, sus habitantes le dieron al pueblo su nombre.


                                                                                                                                          Aldana Sinópoli, 2016
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Pueblo Mágico. (Paplanta.) 





Paplanta , mejor conocido como Pueblo Mágico, contempla elegantes casonas de grandes muros y techos de teja. Es caracterizado por el dulce aroma a vainilla que emanan sus calles, es por eso que sus habitantes no dudan en vivir allí. 






Ese aroma característico posee una trágica leyenda . Cuenta que en la era prehispánica, una joven princesa se enamoró de un joven trabajador. Su relación no era permitida por los sacerdotes y sus creencias, culminando con el peor castigo: La muerte. Estos no hicieron caso alguno y escaparon al monte ,con el fin de escapar de allí. Tras días de no saber nada de ellos , fueron encontrados asesinados cruelmente y su sangre esparcido por todo el lugar. 



Tiempo después en ese sitio, se podía percibir una flor cuyo aroma era dulce y raro , se cree que de dicha sangre nació la vainilla. Clásico y particular aroma , que hace tan conocido a ese Pueblo Mágico. 




Katherine Nazer, 2016

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La Isla del Caramelo


La Isla del Caramelo es una remota isla flotante. Para poder llegar a ella, es necesario viajar en un Zeppelin de algodón de azúcar. Una vez allí, pueden  verse árboles de caramelo de formas variadas, así como también cascadas de chocolate y un parque de diversiones en forma de helado. 

Los animales que habitan la isla en cuestión se caracterizan por poseer un cuerpo de goma masticable. Y si nos adentramos más en el lugar, observamos un río de colores con sabor a frutilla, chocolate y vainilla, el cual puede navegarse únicamente con botes de manzana.
Casi llegando al final de la Isla del Caramelo, notamos que gran parte de las casas están construidas con gelatina y pedacitos de frutas, y los caminos, con el paso del tiempo, fueron formándose con manzanas acarameladas.  


Stefania Cianchi, 2016
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Burundí



El sol amaneció muy temprano aquel día, tiñendo todo el mar de oro, los grillos iban uno a uno cesando su canto y los primeros barcos pesqueros comenzaban a partir. Como de costumbre, el viento era tibio y la vida dentro de las casas empezaba a despertar.



Burundí era un pequeño pueblo pesquero, con pocos habitantes, pero todos muy trabajadores. 




Sus calles eran impecables, las pequeñas casa de madera estaban siempre prolijas y bien pintadas, las plazas siempre llenas de risas, su única escuela se sentía más que acogedora, sus pastizales rebeldes, que bien sabían dejarse peinar por el viento eran un espectáculo digno de admirar, y su mar era tan preciado e inmenso que siempre estaba repleto de hombres laboriosos que ansiaban llevar el pan a la mesa. 



Los pocos días de tormenta eran devastadores, sin pesca, sin plaza, sin pastizales juguetones, y casi sin mar, dado que las fuertes ráfagas de lluvia y viento imposibilitaban la vista hacia el horizonte, no podía verse siquiera lo que uno tenía pocos pasos adelante. 

El refugio más preciado frente a la furia de la naturaleza, era la escuela, incluso domingos y feriados. Su único salón, pero inmenso, se convertía en centro de reuniones, aquí no solo se trataban problemas de la comunidad, sino que se compartían momentos de esparcimiento, que bien necesarios eran en esos días. 

Pasada la tempestad, el pueblo debía ser casi reconstruido, era allí donde todos olvidaban sus diferencias y se unían para levantar aquel lugar extraordinario donde todos parecían vivir un largo sueño, un sueño que incluso el tiempo se detendría a admirar. 

Carolina Moyano Vigo, 2016 

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Soulplace

Este misterioso lugar quedaba situado en la población de Lienz, en Austria. Tenía a su lado el río Drava, donde corría el agua más maravillosa y cristalina que se podría ver en la tierra.
Tal como lo dice su nombre, Soulplace era el lugar donde habitaban las almas.
No conozco a nadie que haya visto un alma, pero todo el mundo habla de ella: el alma mater, el alma de la fiesta, el alma gemela, el alma en pena...
Es por eso que en los comienzos del siglo VII mucha gente era fiel creyente de este sitio.
A pesar de las diferentes creencias religiosas, tenían esta simple creencia en común: cada vez que una persona se "desconectaba" del mundo, su alma iba a este lugar, ya sea por un tiempo determinado, o para siempre.
Algunas personas afirmaban haber estado en este lugar a través de sus sueños y lo describían como un gran prado verde, con un cielo de un profundo color azul y con algunas margaritas blancas situadas al lado de la calma del perfecto río.
Era bastante simple a la vista del humano, pero era totalmente complejo para quien había tenido el placer de experimentarlo. No era por el lugar en sí, sino por lo que éste significaba y causaba en las personas.

Se dice que en el alma se guardan los recuerdos más hermosos, las memorias más preciosas, las risas más especiales, las personas más únicas y también, por supuesto, las tristezas más profundas.
Las personas que tuvieron la fortuna de conocer este lugar relataban que en su experiencia lograron ver cómo se proyectaban sus vivencias más significativas a través de su propia alma, causando emociones y sentimientos tan fuertes, al punto que sentían que podrían explotar de felicidad o de tristeza. Pero todas coincidían en algo, era un lugar creado para que las almas que se dirigían allí lograran encontrar la paz, puesto que al final de cada experiencia, las personas afirmaban que podían sentir cómo su alma finalmente se liberaba.

Ayelén González, 2016
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El Chorro



Hay un oscuro lugar, solitario y tenebroso donde por las noches se escucha bramar a los animales dentro de sus cuevas. El viento sopla furioso, golpeando hasta el último rincón de este desierto. 

Lo que muy pocos saben, sólo los valientes que se han animado a entrar, es que en pleno corazón del desierto se oculta un pequeño oasis llamado El Chorro. Su nombre  tiene  un porqué y es debido al gran chorro de agua que cae en forma de cascada, rebalsando sobre el transparente río. Aquel que llega a verlo se queda enamorado observando esta imagen tan perfecta, que parece sacada de una película.


El sonido que hace el agua al correr, fluyendo lentamente, parece arrullar e incita a descansar a un lado de la cascada.

Las flores bellas y coloridas siempre tienen pequeñas gotas salpicadas por el gran caudal de agua fresca y de color turquesa, que cae a borbotones, pidiendo que vayan a beberla. El paisaje perfecto es visto desde arriba como un gran chorro alargado, irregular en sus bordes, con charcos aislados; como salpicones a los costados.
Son muy pocos quienes pueden conocerlo, porque muchos deciden abandonar el camino antes de llegar. Tal vez sólo estaban a pasos de entrar en él, pero desistieron y se marcharon por donde ingresaron.
Jennifer Baez, 2016

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El Mar de Estrellas en la Isla Vaadhoo, en Maldivas



Por los años 1950, se decía que en la Isla Vaadhoo, en Maldivas, su agua era milagrosa, tal es así que las parejas que acudían a ella lo hacían porque estaban al borde del divorcio.


Cuando salían a caminar por las calles, escuchaban a otros personas charlando sobre una mujer salvadora de matrimonios. Así fue que cuando uno se encontraba en peligro de corromper, buscaba ayuda y lo mandaban a la casa de la bruja.
Cuando se reunían, los miraba a los ojos y les decía que debían ir con urgencia  esa misma noche al mar y beber los dos a la vez de esa agua a las doce, la cual salvaría con un hechizo a la pareja.

Y así fue, al finalizar de tomarla, se unían en una abrazo y un beso y,luego, felizmente, iban a agradecerle a la bruja por salvarles la relación



Sofía Martínez, 2016

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Palpalá, inimaginable…

Desde lejos, se divisan los delicados colores de los prados y el dulce aroma a  flores silvestres. La brisa recorre todo mi cuerpo al punto de estremecer por completo toda la piel. Me seducen los atardeceres frente a las montañas y la seca tierra cubriendo todo mi rostro. Su frescura, como los suaves amaneceres de otoño, llega a lo profundo de mi alma, penetrando cada célula de mí ser, otorgando un nuevo sentido, llenando cada espacio vacío, sin la necesidad de especular  qué sucederá mañana.
Somos artífices de nuestro propio destino, y es aquí, en este espacio, donde no me importa mi origen, sólo anhelo  plantar raíces.
Su  rugosidad te invita a recorrerlo, a trazar líneas imaginarias donde no exista el tiempo, donde lo único que importe es impregnarte de su frescura, a tal punto que su frondosidad te consuma por completo.  
Mi mente volátil percibe un dejo de dolor en todos aquellos sueños que se vieron truncados y en los que hoy procuran transgredir toda valla de desolación, pena u olvido.
No contemplo la idea de marcharme, no podría dejar nada atrás. Aunque cada imagen de Palpalá sea pura utopía, pararía esos instantes en que su compañía suscita en mi alma un nuevo despertar.

Yamila Medina, 2016
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