· AGUA
– FUEGO – AIRE – TIERRA
· Elegir
uno de estos elementos, poner la palabra en el centro y, alrededor,
escribir, a modo de constelación, palabras que surjan en relación.
· Inventar una leyenda. Incluir imágenes.
Se dice que tiempo
atrás, cuando se comenzó a crear el mundo, solo había trozos de tierra
concentrados en todos los sectores, un largo camino de tierra color marrón y
muy seca. El sol se escondía y aparecía la luna, muchas veces sucedió este acto
pero nada cambiaba, solo se seguía viendo la tierra sola.
Un día cuando comenzó
a suceder el atardecer, el sol y la luna se encontraron, y el sol dijo:
- ¿Que podemos hacer para cambiar este aspecto tan triste que tiene la tierra?
A lo que la luna contestó:
- Ya no hay más remedio, me temo que la tierra va a destruirse.
- ¿Que podemos hacer para cambiar este aspecto tan triste que tiene la tierra?
A lo que la luna contestó:
- Ya no hay más remedio, me temo que la tierra va a destruirse.
Pasó otro día, pero al llegar el amanecer, volvieron a juntarse, y la luna muy feliz, tenía una idea. Le contó al sol que tenia la solución para que la tierra siguiera viva, le propuso que durante el día ella tirara por todos lados semillas para que se escondan en la tierra. Pero nada sucedía.
La luna muy triste, le dijo a sus amigas las nubes
que venían siempre muy felices:
- La tierra está muy sola y no podemos hacer nada para recuperarla, así que ella va a desaparecer poco a poco.
- La tierra está muy sola y no podemos hacer nada para recuperarla, así que ella va a desaparecer poco a poco.
Las nubes muy tristes
comenzaron a llorar desconsoladamente durante muchos días y noches.
Un día el sol decidió
mirar después de mucho tiempo a la tierra, y se vio sorprendido ya que habían crecido por todas partes árboles y flores, y comenzaron a aparecer muchos
animales habitando el lugar. Todo esto sucedió a causa de la tristeza de las
nubes que pudieron dar vida a las
semillas que había tirado el sol y así
se comenzó a crear el mundo.
En donde la tierra se
había hundido hacia abajo dejando un gran hueco comenzaron a aparecer largos
caminos de agua que iban creando un largo y extenso río, su color tan
particular y transparente dejaba apreciar los restos de tierra y algunas
plantas que quedaban debajo de ella.
Al llegar los
primeros hombres a la tierra lo descubrieron, llegaron a ella, cansados de
caminar y muy agotados, al principio el miedo avanzaba contra ellos, ya que no
conocían su existencia, al observarla y poco a poco empezar a oírla, les
comenzó a transmitir paz y alivio.
Al cerrar los ojos y
solo en funcionamiento el sentido del oído, empezaron a disfrutar el sonido del
agua tranquila que suavemente golpeaba contra las rocas y volvía a tomar su
trayecto.
Sin dudarlo y con ganas de seguir experimentando,
los hombres decidieron tocar el agua solo con sus pies. Su primera sensación
fue tan inesperada, a causa de que todo su cuerpo se sintió frio y a la vez
aliviado, como si cada gota de aquel río alimentara sus cuerpos, así de la
misma manera sus manos se fundieron en el agua.
Sin más que pensar y
con sus miradas en alto, ambos hombres decidieron sumergir todo su cuerpo
debajo del agua.
Aunque no era tan
profunda se asustaron porque sentían que se ahogaban, ya que todavía no
entendían cÓmo dominarla, pero poco a poco entendieron que esta agua al beberla
les aliviaba la sed y el cansancio, también comenzaron a llevarse agua y
plantaron semillas y pudieron conseguir alimentos. Y le encontraron un gran uso y pasó a ser una
gran necesidad y felicidad para todos.
Desde ese día, las
nubes cuando hace falta lloran de felicidad al ver que el sol y la luna pudieron
hacer que la tierra se recuperara de su estado de tristeza, gracias al agua que
se generó de las lágrimas de las nubes pudieron sobrevivir felices y avanzar
junto con el mundo.
......
Ayelén Arcidiácono, 2013
......
La Noche y las Estrellas
Cuenta la leyenda, que hace mucho, muchísimo tiempo atrás, la tierra
sufría un inmenso caos, un período de los más terribles de la historia.
Los días eran demasiado oscuros y las noches mas aún. El Sol estaba
cansado de salir porque ya nadie se alegraba de su presencia. La Luna, llena de
esperanza, insistía en iluminar aquella tierra seca llena de dolor. Los
animales, los árboles y las flores intentaban mantenerse de pie dentro de una
guerra que no cesaba.
Los únicos pueblos que aún sobrevivían estaban enfrentados. Los
separaba un angosto río debajo de la montaña, y un viejo árbol, bello por su
enorme copa brillosa y fuerte por sus raíces inmensas.
Quién sabe por qué era tal el odio que se tenían... Cada día era un
ataque nuevo. Los enfrentamientos eran constantes y el terror aumentaba tras
cada batalla.
Una noche, más oscura que cualquier otra, Orión se escapó de su tribu
para encontrase con Sirrah detrás de aquel árbol y a orillas del río. Ambos
tenían prohibido permanecer en ese lugar y mantener contacto entre sí, ya que
eran de tribus contrarias.
Su amor permanecía intacto como desde aquel día en que se habían conocido. La tierra todavía era un paraíso digno de habitar y disfrutar. Por ello, la Luna se escondía completamente una vez por mes y permitía el tan esperado encuentro.
Su amor permanecía intacto como desde aquel día en que se habían conocido. La tierra todavía era un paraíso digno de habitar y disfrutar. Por ello, la Luna se escondía completamente una vez por mes y permitía el tan esperado encuentro.
En el silencio y la penumbra de la noche, apareció, de repente, un
ciervo aterrorizado que venia logrando escapar de las flechas de un cazador.
Rápidamente, Orión y Sirrah, intentaron esconderse detrás de las piedras sin
provocar ningún ruido que llamase la atención y lograran descubrirlos.
Lamentablemente no fue así. El ciervo se dirigió hacia el árbol donde ambos se
encontraban agazapados y el cazador comenzó a disparar en esa dirección.
Abrazados Orión y Sirrah se encontraban, cuando una flecha atravesó sus
cuerpos, justo en el corazón de ambos. La sangre comenzó a derramarse por todo
el sector y a correr por el río. Nada podía detenerla.
Cuando el cazador y ambas tribus comenzaron a incorporarse a la escena,
dado los gritos y el llanto que se habían producido, indignados y enfurecidos
al ver los cuerpos unidos, decidieron condenarlos por traicionar sus leyes.
Los ataron a la base del árbol y en pocos minutos, les prendieron fuego. La llama producida era de un rojo intenso y llena de
movimiento. Se expandía con el viento y emanaba un calor sofocante. Cada chispa
que se desprendía se elevaba cada vez más alto e iluminaba el cielo con un
enorme resplandor. Allí se iban instalando, una a una, hasta llenar el cielo de
pequeños destellos de luz.
Muchos años después, el caos había desaparecido de la tierra.
Dicen que aquellas luces en el cielo, permanecían intactas cada noche y
transmitían además de luz, paz y alegría a los pueblos. Orión y Sirrah habían
decidido regalarles estos dones a modo de agradecimiento. Los habían unido para
siempre.
Carolina Poletti, 2013
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