La historia de Única Flor
Érase una vez una señor llamada Doña Saya que vivía en
Buenos Aires y le gustaba mucho salir, ya que le encantaba la ciudad en la que
vivía.
Una tarde muy soleada, vino a visitarla su amigo El Gran
Tata, le dijo que pasará por su casa y
lo invitó a tomar un café con galletitas. Charlaron de sus vidas, ya que hacía
tiempo que no se veían.
De repente, miraron el reloj. Eran las cuatro y decidieron
salir de paseo, caminaron, vieron vidrieras, hasta que de pronto se encontraron
con un bosque y un caminito lleno de flores; se quedaron mirándolas y oliéndolas, y siguieron
su recorrido, hasta que Doña Saya se quedó mirando una flor que le llamó mucho
la atención. Era muy diferente de las otras que ya había visto, era rosa por
fuera y todo por adentro de distintos colores, le encantó tanto esa flor que llamó a su amigo que estaba
mirando otra y se la mostró.
Ella la quería arrancar para llevársela a su casa, pero era imposible, ya que estaba muy sujeta a la rama. Se puso
mal por no poder tomarla, pero pensó por un momento que podría venir seguido,
ya que estaba cerca de su casa, para ver cómo crecía cada día un poquito más.
Como fue la flor que más le había gustado, le puso un
nombre, la llamo “única flor”. Prometió junto al amigo volver a ese lugar.
Después de un rato, miraron el reloj, eran las siete y
decidieron cada uno volver a su casa. Se acompañaron unas calles y luego siguió
cada uno su recorrido. Ella muy contenta de este paseo y de poder encontrarse
con esa rosa que le encantó, le contó a sus otras amigas, vecinos y familiares
lo que se había encontrado.
Jamás se iba a olvidar de ella.
Luján Ocampo, 2015
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Desde que era pequeña a
Daniela Bay le gustaba que le leyeran cuentos, de cualquier género ya sea de
terror, aventura, de fantasía se dejaba llevar en el mundo de la imaginación.
Su abuela todos los fines de semana la llevaba a librerías, bibliotecas para
que eligiera el libro más que le gustará para luego comprárselo. Fue así como
los primeros ejemplares de su biblioteca fueron Mujercitas, El Principito,
Moby-Dick.
Cuando aprendió a leer, ella
le leía a su abuela los cuentos que le gustaban, su abuela adoraba escucharla
ya que tenía una gran pasión por la lectura.
Además de su pasión por los
libros, Daniela le gustaba practicar Karate. Iba a clases de Taekwondo todos
los miércoles. Era una gran alegría para ella, porque era el día que hacia su
única y preferida actividad fuera de la escuela y le gustaba mucho.
Cuando empezó quizás le
costaba un poco pero con el tiempo se volvió una gran alumna, fue así que un
día la nombraron “Samurái Niki”, siempre le gusto esa categoría y lo hizo saber
en clase, al nombrarla que felicidad que tuvo.
Daniela creció, empezó a
participar en competencias nacionales e internacionales, de viaje en viaje ella
seguía leyendo hasta a veces escribía en su diario todo lo que iba sucediendo,
cada experiencia vivida ya sea en la disciplina como en vida personal.
Un día en una competencia
internacional de Canadá todo salía perfecto pero su contrincante le dio una
patada muy fuerte y tuvo que salir de competencia. La llevaron a la enfermería y
le dieron la peor noticia no podía volver a hacer taekwondo nunca más. Ella insistía
a los médicos que le dieran alguna solución pero no la había.
Daniela creció, y al pasar
los años se hizo una gran escritora sacando a la venta su diario íntimo, ese
mismo que escribía en los viajes, a pesar de que nunca más pudo volver a hacer
taekwondo, gracias a esa desgracia logró conquistar su otra gran pasión la
escritura.
Esta es la historia de mi
nieta, que cuando era pequeña me leía cuentos en las tardes que pasábamos
juntas cuando regresaba de la escuela. Con el tiempo descubrió su amor por la
escritura que la llevo a ser considerada hoy, un día como una de las escritoras
más reconocidas de América Latina.
Bárbara Benitez, 2015
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Una familia un poco singular
Doña Lajita y Chupetina eran hermanas mellizas. A no ser por el dedo gordo chanfle del pie izquierdo que tenían idéntico, cualquiera podría pensar que eran sacadas de dos familias distintas.
Tan pero tan diferentes era la una de la otra, que los padres habían tenido que prepararles una habitación a medida a cada una de las hijas, teniendo en cuenta sus tamaños y preferencias.
Para Doña Lajita, un pequeño ambiente con una cama tipo cuna, una cómoda color verde esmeralda llena de adornos de lechuzas, y las paredes repletas de espejos con aumento (para que pudiera ver bien al vestirse – porque por si no lo sabían, además de ser muy chiquitita, como era tan pero tan corta de vista, debía usar unos anteojos cuadrados con un cristal de tres centímetros de espesor).
Para Chupetina, un cuarto mucho más grande con un perchero de dos metros y medio de alto (para que sus vestidos no se arrastraran por el piso), pisos con alfombra de peluche color magenta, y lámparas colgadas de las paredes (para evitar que su cabeza se llevara puesto todo lo que había en su camino).
Sandonato era el padre, un señor bastante raro por cierto… Le gustaba tomar tereré en su balcón de tres por cinco, mientras jugaba al ajedrez: él contra él mismo. En lo único que se parecía a sus hijas (o mejor dicho que sus hijas se parecían a él) era, por supuesto, en el dedo gordo chanfle del pie izquierdo.
Lujosa la Mora era la madre. Una suerte de señora enrulada y emperifollada, que amaba sacar a pasear a su perro pekinés por las callecitas de Parque Chas. Aunque les parezca mentira (o pura coincidencia), ella también tenía el dedo gordo chanfle en el pie; pero en el derecho.
A veces ser tan distintos trae problemas… Y esto fue lo que sucedió el día en que Doña Lajita decidió presentar a su nuevo pretendiente, Larry.
El muchacho, medía casi como Chupetina, usaba camisa floreada, boina y zapatillas negras. Tenía bigotes frondosos, olía a aserrín y llevaba una cadenita con la medalla del Gauchito Gil a la vista.
El primer inconveniente que tuvo Larry fue el intentar ingresar a la habitación de su novia: ¡no pasaba por la puerta! …Aunque después de varias pruebas (primero se hizo un bollito, luego metió solo la cabeza, hasta que descubrió que si entraba reptando por el suelo podía quedarse cómodamente acostado a lo largo de todo el cuarto), la pareja pudo disfrutar de su primer tarde en la casa de Doña Lajita.
Pero ésto no termina acá. Ya dijimos que esta familia era bastante singular y que tenían una particularidad en el dedo gordo del pie.¿Ustedes creen que Sandonato aceptaría como novio de sus hijas a alguien que no lo tuviera?
Ni lerda ni perezosa, Doña Lajita se puso a pensar cómo engañar a su padre (porque ella ya sabía que Larry tenía todos los dedos del pie en su lugar); y como era sabido que la segunda vez que su novio fuera a la casa iba a tener que mostrarle sus atributos a Sandonato, a Doña Lajita se le ocurrió vendarle el pie izquierdo alegando que tenía una infección en la uña. Y así fue. Esa noche el tema del “dedo chanfle” pasó desapercibido, y Larry pudo disfrutar relajado de la cena.
Sin embargo, dicen que la tercera es la vencida, así que debían poner en práctica un nuevo plan antes de que el padre-suegro descubriera el engaño.
-“Larry se cayó de las escaleras subiendo 15 kilos de mandarinas, pá.”- (le dijo Doña Lajita a Sandonato cuando lo vieron ingresar a la casa con la pierna izquierda enyesada hasta la rodilla y ayudado por dos muletas.)
Y así, cada semana, iban inventando excusas para evitar mostrar el dedo chanfle que no existía. Un día Larry había ido a bucear y se le había quedado la pata de rana enganchada. Otro día había conseguido un trabajo de delivery de pizzas en roller y no podía sacárselos porque estaba en horario laboral. Pero como lo despidieron a los dos días, terminó trabajando de repartidor de volantes disfrazado de oso panda (y por supuesto que sus piernas quedaban tapadas por unas hermosas botas peludas).
El tiempo fue pasando y Sandonato empezó a encariñarse tanto con Larry que hasta modificó la puerta del cuarto de Doña Lajita para que él pudiera entrar, y varios puntos de la casa para que su yerno se sintiera parte de la familia.
Sucedió que el padre se fue olvidando de la situación, hasta que Doña Lajita y Larry se separaron. Sandonato nunca se enteró de la mentira.
Esta historia termina así como empezó; contándoles que Doña Lajita y Chupetina eran hermanas mellizas pero no se parecían en nada, a no ser por el dedo gordo chanfle del pie izquierdo. Pero esta vez les cuento que nunca pudieron encontrar a un candidato que tuviera sus mismos atributos, y es al día de hoy que siguen con la búsqueda.
Así que si ustedes van algún día caminando por la calle, y descubren que a algún muchacho se le asoma a través de la chancleta un dedo gordo chanfle en el pie izquierdo: ¡avisen! Podrán hacer muy feliz a una familia un poco singular.
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El segundo violín
Y así lo hacía, es decir, lo hacía hasta cierto punto. Pure Prize en realidad no brillaba, reflejaba, tomaba la luz que le daba Ordén y la apuntaba hacia nosotros. Una simple pero valiosa tarea de recibir y compartir.
Durante miles de años, la relación había sido perfecta. Hasta donde cualquiera pudiese recordar Pure Prize había reflejado los rayos de Ordén en la oscura noche. Era el dúo más grandioso del universo, todos se maravillaban ante la confiabilidad de ellos. Su reflejo cautivó una generación tras otra. Ella se convirtió en el símbolo del romance, esperanzas sublimes y canciones infantiles.
Se pensaría que una combinación como esta duraría para siempre. Casi sucedió así, pero un día Candie Marie, implantó un pensamiento de duda en Pure Prize.
-Debe ser difícil ser como tú. – sugirió Candie Marie.
-¿Qué quieres decir? ¡Me encanta! Realizo la tarea más importante. Cuando oscurece, me miran esperando recibir mi ayuda. Y yo miro a Ordén, él me da lo que necesito y yo les doy lo que necesitan.
-Así que tú y Ordén deben ser muy unidos.
-¿Unidos? ¡Vaya que sí!
-Pero tú no tienes luz propia, dependes de Ordén, no tienes forma propia, tocas el segundo violín, te hace falta dar tu propio paso.
-¿A qué te refieres?
-Me refiero a que dejes de reflejar y comiences a generar, haz lo tuyo, sé tú misma.
Pure Prize se detuvo a pensar por un momento, que lo que decía Candie Marie tenía sentido. Aunque nunca lo había considerado, de repente era consciente de todas las desigualdades de la relación.
Y fue así como Pure Prize en lugar de dirigir su atención a Ordén, empezó a dirigir su atención a sí misma. De modo que armada de determinación, se dispuso a apuntar a otras metas, era elogiada, su nuevo aspecto hizo que ella misma y los demás disfrutaran de su propio brillo.
Todo anduvo bien por un tiempo, hasta que un día se preguntó “¿Para qué sirve todo esto, después de todo?”. Por primera vez en este tiempo Puré Prize pensó en Ordén. Cualquier elogio que le hicieran rápidamente pasaba a Ordén, allí fue cuando empezaba a comprender el plan de él, “me daba todo lo que necesitaba, sentía calor, estaba contenta, cumplía… cumplía con el propósito para el cual fui creada”. De repente, sintió ese viejo y conocido calor. Se dio vuelta y allí estaba Ordén, él nunca se había movido.
Y fue así que hasta el día de hoy, Ordén brilla y Pure Prize ilumina.
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La visita de las 7.45 AM
Ella es una hermosa joven de unos veintiún años, estatura media, ojos marrones oscuros con una mirada muy intensa, y pelo negro lacio que le llega casi hasta la cintura, pesado y muy brilloso. Lleva el nombre de su abuela materna, Wahini, que significa “mujer de palabra” en quechua. Vive junto a sus dos hermanos menores, Inca Ruler e Himeneo, y con su madre Kameleba, en una aldea serrana ubicada al norte del país.
Como todas las mañanas, ese martes se levantó muy temprano, se vistió, tomó su mate cocido acompañado de unas tostadas con mermelada casera, y salió rumbo a su trabajo en la panadería. Lo que Wahini no sabía era que esa sería una mañana distinta y particular.
Esperaba con ansias que el reloj marcara 7.45 AM, hora en la que diariamente venía él, El Flaco, como le decían en el pueblo, a comprar dos medialunas. El cruce de miradas con este docente de veinticinco años y tan buen mozo era lo que le alegraba las mañanas y le llenaba de brillos los ojos, pero estaba convencida de que el amor que sentía por él no era correspondido.
Aquel martes, ese deseo profundo se hizo realidad cuando El Flaco, al pagarle, le dejó también un papel doblado en cuatro junto con una flor que había recogido en el camino, y se fue. Wahini optó por guardar el papel en su bolso, y no abrirlo hasta llegar a su casa, donde su madre, como todos los días la esperaba con el mate listo, y le dijo:
- Buenas tardes hija, ¿cómo te fue hoy?
- Muy bien ma’ – le contestó ella con una enorme sonrisa mientras agarraba el mate que le servía Kameleba.
- ¿A qué se debe tanta alegría y brillo en tu rostro? – preguntó.
- Pues bien, hoy El Flaco me dejó un papel junto con una flor al pagarme, se despidió y se fue. Aún no lo he leído, quería hacerlo tranquila en mi cuarto.
- ¡Ay hija mía! No debes ilusionarte con ese muchacho, ya sabes lo que se comenta de él en el pueblo, no me gustaría que te lastime – replicó su madre.
Wahini, tal vez sorprendida por la reacción de Kameleba, dejó el mate en la mesa y se retiró a su habitación, se puso cómoda, y luego de tomar coraje abrió el papel para descubrir el mensaje: “me vuelves loco desde el primer día en que te vi, y no encontré mejor manera de demostrártelo que a través de esta flor que refleja tu belleza angelical. Te espero el viernes a las 20.00 hs. en Balconeando, mi restaurante preferido que creo te va a encantar”.
Por un instante, la joven creyó que estaba soñando, para luego caer en la cuenta de que ese encuentro tan deseado podía dejar de ser parte de esas noches de soledad, para convertirse en real. Cuántas cosas se le cruzaban por la cabeza, “¿Si me dejara plantada? ¿Si sólo esta jugando conmigo? ¿Seré sólo una más de sus tantas conquistas? ¿O será simplemente una cita con buenas intenciones? ¿Qué me pondré para ir a verlo?”.
Los tres días subsiguientes fueron interminables, ya que inesperadamente El Flaco no volvió a aparecer por la panadería como acostumbraba hacerlo cada mañana. Quizás por miedo, por inseguridad o por las palabras que le había dicho su madre, Wahini finalmente optó por no concurrir al restaurante.
Nunca más tuvo noticias de El Flaco, tampoco lo vio ni en la panadería ni en el pueblo. Y así fue como Wahini siguió adelante, levantándose todas las mañanas para ir a trabajar, con la incertidumbre de qué sería de la vida de ese amor, con la esperanza de que el reloj marcara las 7.45 al momento que se abriera la puerta de la panadería en busca de dos medialunas.
Carolina Valletta, 2013
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Hace muchos años
vivió un hombre que tenía tres hijos: uno era herrero, otro carpintero, y el
más pequeño, barbero. Este se llamaba Tadeo, y como no estaba contento con su
oficio, decidió ir a buscar fortuna por el mundo.
Después de vagar por varios
países, llegó a una ciudad donde vivía el Rey Zig, su esposa la Reina Nanami y su bella hija,
la princesa Jane, que tenía unos jardines magníficos. Muchos jardineros
trabajaban en ellos; pero inútilmente. Cada noche, tres caballos salvajes
penetraban en el jardín y destrozaban todo lo que durante el día había sido
plantado. Poco duraban los jardineros en su oficio, pues al ver que su trabajo
era inútil, se cansaban de trabajar y abandonaban su empleo.
Cuando Tadeo
llegó, había muchos puestos vacantes y decidió colocarse allí. Habló al jefe de
los jardineros, y se quedó a trabajar en el jardín. Todo el día trabajó sin
descanso y sus compañeros le contaron la historia de los caballos. Éste,
intrigado por aquel misterio, decidió quedarse a pasar la noche en el jardín.
Era valiente y no temía nada; sabía perfectamente que los caballos no hacen
daño a un hombre que no les teme.
El jefe de los jardineros se alegró mucho de
que Tadeo se quedara a vigilar el jardín aquella noche. Éste agarro su guitarra
y comenzó a tocarla, en espera de los caballos. Al poco tiempo oyó un fuerte
galopar y pronto distinguió los golpes de las patas de los caballos sobre la
puerta; pero siguió tocando sin dar muestras de miedo. Al poco rato no se oía
más que la música de su guitarra. Los caballos se habían quedado en la puerta,
escuchando aquella música extraña, sin atreverse a entrar en el jardín. Al día
siguiente, el jefe de los jardineros estaba encantado de ver intacto el jardín.
Los
reyes y su hija, la princesa, pudieron deleitarse paseando por los jardines,
que no se hallaban, como de costumbre, devastados.
Durante la noche siguiente,
los tres caballos salvajes volvieron a la puerta del jardín y desde allí
escucharon de nuevo la música del joven. La tercera noche también acudieron los
caballos y le pidieron a través de la verja unas hojas de col. Tadeo les dio a
cada uno unas hojas. Entonces el caballo blanco le dijo:
- Si alguna vez me
necesitas, bastará con que digas: «Caballo blanco, ayúdame», y acudiré
inmediatamente.
Luego
el caballo gris le dio las gracias por las hojas de col y le hizo un
ofrecimiento. Igual hizo el caballo negro. Desde entonces podía llamar a
cualquiera de ellos, seguro de que habría de encontrarlo al momento.
A
partir de aquella noche, los caballos no aparecieron más y el jardín real
volvió a recuperar la belleza que desde hacía muchos años había perdido.
La
princesa, que era muy aficionada a las flores, se pasaba el día en él. Era muy
bella Y parecía una flor más.
Pasó el
tiempo, y sus padres decidieron casarla. Pero como eran tantos y tan apuestos
todos los pretendientes, no sabía por cuál decidirse. Entonces se les ocurrió
una idea: el jinete que antes subiera la escalinata de palacio y recogiera el
clavel de su pelo, ése sería su prometido. Todos los príncipes y caballeros
tomaron parte en la competición, pero ninguno de ellos logró llegar rápidamente
hasta la princesa; los tramos de la escalinata eran tan anchos que no podían
ser salvados de un salto y la mayoría caían por el suelo o subían lentamente,
lo cual no tenía ningún mérito.
Tadeo, que presenciaba las pruebas, se acordó de
la promesa de los caballos y gritó:
¡Caballo blanco, ayúdame! y enseguida se
presentó ante él.
De un salto, lo montó y se lanzó al galope tendido
hacia donde estaba la princesa, en lo alto de la escalinata. Subió todos los
escalones con una agilidad y una rapidez sorprendente. La princesa lo vio venir
y reconoció a Tadeo, el joven jardinero, del que hacía tiempo estaba enamorada.
Quitándose el clavel del pelo, se lo entregó y le proclamó vencedor. Todo el
mundo lo felicitó; pero nadie lo conocía. Alguien aseguró que era un barbero
que había abandonado su país en busca de fortuna.
La boda fue magnífica. Al
salir de la iglesia, Tadeo oyó los relinchos de los caballos detrás de la
puerta del jardín, donde se celebraba la boda y, cuando se dio vuelta para verlos,
habían desaparecido.
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Es una tarde calurosa de domingo, Leopoldo camina por El Tigre buscando una casa para comprar. Luego de varias horas de búsqueda, por fin encuentra una casa en venta. Desde afuera parece muy acogedora: de dos plantas, paredes de color salmón y tejas color azul brillantes, garage, amplio y hermoso jardín en el frente, lleno de árboles, con rosales y jazmineros: en la parte trasera tiene un quincho, una gran pileta y muelle propio.
Leopoldo se acerca a la casa, toca timbre y un hombre lo recibe muy amablemente, la recorren juntos y Leopoldo queda fascinado por la misma. Lo que no le cierra es el precio del inmueble, por lo tanto le comenta al vendedor:
- Esta casa la verdad que es hermosa. Ahora ¿por qué el precio es tan barato?
El vendedor le responde:
- Porque cuenta la leyenda que por las noches se pasea el fantasma de una señorita vestida de rojo, zapatos de taco, el cabello negro azabache largo por la cintura y ojos negros penetrantes. Dicen que busca a su novio que murió ahogado en el río. Pero son solo historias...
Leopoldo piensa por unos instantes y le dice con una sonrisa en su rostro:
- Sí, son solo historias que inventa la gente del lugar. La compro.
Pasan unos días y Leopoldo empieza a instalarse de a poco en su nueva casa, y para inaugurarla decide invitar a pasar el fin de semana al Negro y Ades, sus dos mejores amigos.
Unos días antes de conocer la casa de Leopoldo, Ades todas las noches sueña con un espacio hermoso y una señorita que por las noches la merodea; tiene este raro sueño tres noches seguidas, pero le resta importancia.
Llega por fin el día sábado y los dos amigos se dirigen al Tigre a conocer la nueva casa de Leopoldo, llegan alrededor de las once de la mañana y en el quincho comienzan a preparar el fuego para el asado. Después del almuerzo van a nadar al río y se divierten andando en la moto de agua nueva de Leopoldo. Cae el sol y comienza a anochecer en el Tigre. Los amigos pescan en el muelle.
Entrada la noche Leopoldo amasa unas pizzas para agasajar a sus amigos y toman unas cervezas. Están agotados, realmente pasaron un día muy agitado. Ades les dice:
- Chicos, me voy al muelle a fumar un cigarrillo, ya vuelvo.
-Dale, te esperamos- Les responden ellos.
Ades sale de la casa, camina por el jardín, cruza el muelle de la casa, se sienta en el borde del mismo y se prende un cigarrillo.
Al instante escucha una dulce voz femenina que le pregunta : - ¿Me convidas fuego?
Ades se sobresalta y le responde :
- ¡Sí sí, cómo no!
Y la señorita se sienta a su lado, comienzan a conversar y ella le cuenta que se llama Ámbar, que vive por la zona y que está buscando algo que se le perdió.
El Negro, que se encontraba en el cuarto, mira por la ventana y lo ve a su amigo en el muelle, tomado de la mano de esta señorita, baja las escaleras y se dirige al living y allí Leopoldo le pregunta :
- ¿Volvió Ades?
- Todavía no, recién miré por la ventana y lo vi en el muelle conversando con una señorita de vestido negro y cabello negro largo por la cintura- le responde El Negro.
En ese momento, Leopoldo se pone muy pálido y un frío recorre su cuerpo de arriba abajo, se siente paralizado. En ese instante se da cuenta de que el fantasma de la mujer vestida de rojo realmente existe, que no eran solo historias como él pensaba.
Los chicos salen corriendo de la casa a buscar a su amigo y cuando lo ven en la punta del muelle tomado de la mano de la mujer, Leopoldo le grita:
- ¡Ades, volvé!, soltala.
Y en ese instante ella salta al río. Ades cae con ella y desaparecen ambos entre las aguas, Leopoldo y el Negro llaman inmediatamente a la Prefectura y cuentan lo ocurrido.
La búsqueda del muchacho se extiende durante varios días. Jamás lo encuentran.
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Nombres: “Ciruja”- “Makeda”-“Ronnie Freak”- “Gayola
Merengada”
Ese olorcito que viene de la cocina de la abuela es
inconfundible. Pasan los años y uno se va olvidando, pero hay
recuerdos que permanecen inmóviles en la memoria.
Ir de visita a la casa de mis abuelos, algo que se
da dos o tres veces al año, con suerte, es de las mejores experiencias.
La distancia geográfica hace que no pueda disfrutar
de sus delicias, que con tanto amor, prepara la abuela. Pero sé que en esas
escasas visitas tengo el placer de degustar
su maravilloso postre, la “gayola merengada”.
Es único, un invento de ella, por lo tanto nadie lo
hace igual.
Y mi abuelo, con sus casi noventa años, no se quiere
quedar atrás. Algo él también tiene que hacer para agasajarnos, así es que unos
días antes de nuestra llegada se dirige a su panadería preferida “Makena” y nos
encarga unos sándwiches de miga que son la envidia de todas las panaderías del
barrio.
No sé por qué ambos nos conquistan por el estómago.¡Seremos de buen comer!..
Todo está muy rico, pero no hace falta aclarar que
lo que más disfrutamos es la reunión en sí. Compartir esos momentos únicos,
mágicos con la familia. Esta también está compuesta por “Ronnie Freak”, el
perro del vecino que prácticamente se la pasa en la casa de mis abuelos.
De a poquito se hizo querer, se podría decir que lo
adoptaron. No hay vez que el can no se vaya con algún bocado en la boca robados
velozmente.
Con dueño, pero siempre vagabundeando por el
vecindario “Ronnie” responde a cualquier
nombre. Mis abuelos lo apodaron “Ciruja”.
En fin, ojalá pudiera disfrutar de todos ellos
tantas veces como lo desee, de todas maneras sé que del otro lado del charco
siempre me espera una rica porción de torta y unos exquisitos sándwiches de
miga con el complemento perfecto: la compañía de mis abuelos.
Flavia Abeleira López, 2013
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Eran las 9 del sábado y Río Diamante ya estaba ubicado como
siempre en su lugar, peinando su brilloso cabello negro, preparando sus
herraduras y colocándose bien firme la silla donde se sentaría su
jockey. Aproximándose a la hora de salida a la carrera, no podía faltar
nunca colgando de su cuello su amuleto de diamante. Una hermosa piedra
sin igual que colocaba siempre minutos antes de salir a correr.
Era ritual también que La Salsa, su madre, le preparara su sopita de espinacas la noche anterior.
Esa
mañana Río Diamante sabía que no iba a ser una mañana como cualquier
otra, y no se equivocó. Por la puerta principal del establo de repente
entró una hermosa yegua, con un pelaje marrón claro como el dulce de
leche y una cabellera de oro como el sol. Sus ojos color verde esmeralda
y su perfume de rosas dejaron a Río Diamante boquiabierto.
-Buenos días, mi nombre es Lasting Girl, hoy es mi primera carrera y quería saber si podrías ayudarme a ubicar mi lugar- le susurró la hermosa yegua.
-¡Por supuesto señorita! , acompáñeme por aquí-, le señaló con gusto Río Diamante
Y
mientras ellos buscaban el lugar de la nueva competencia, iban de a
poco llegando el resto de los caballos, entre ellos Tedesplumo Dan,
contrincante fiel de Río Diamante.
Tedesplumo Dan tenía mucha
envidia y celos con Río Diamante, cada carrera intentaba hacer todo lo
que estuviera a su alcance para pasar de su segundo puesto al primero.
Hoy para él también era una mañana diferente…Cansado de ser el perdedor,
llegó con la idea firme de desplumar a su rival.
A quince minutos de
comenzar la carrera, los caballos comenzaron a quedarse en sus
casillas, terminando los últimos preparativos, cada uno con sus
respectivos jockeys.
.¿Estás listo para perder hoy?- Le dijo Tedesplumo Dan.
-¡Que gane el mejor! - Respondió Río Diamante haciendo un leve movimiento con su cabeza deseándole suerte.
Río Diamante estaba que lo llevaban las mariposas que tenía en su estómago. Si, al fin se había enamorado.
"3, 2, 1… ¡Largamos!", se escuchó la voz del locutor.
"Río
Diamante lleva la delantera, a su izquierda Lasting Girl". Perdido en
esa mirada, él ya se sentía ganador, cuando de repente Tedesplumo Dan
arrojó sobre él unas plumas hechas de criptonita, lo que llevó a Río
Diamante a perder la fuerza y la velocidad de sus piernas y cayó rápidamente al suelo.
"¡Señoras y señores, el ganador es…Tedesplumo Dan en primer puesto y Lasting Girl, en segundo!" anunció el locutor.
Efectivamente, ésa había sido una mañana diferente para Río Diamante, no sólo por
haberse enamorado, sino por haber jugado su última carrera.
María Celeste Perez, 2013
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Historia. Viajaron
a Colonia Marítima. Fue un viaje
donde pudieron soñar, gozar, reír y disfrutar, un viaje que sin lugar a dudas
fue lo mejor de su historia, una página distinta para escribir, para recordar,
para guardar en la memoria. Ambos esperan seguir escribiendo páginas, ambos
desean que lo único pendiente sea jamás dejar de escribir, porque eso los
alimenta, mucho más que un biscuit a
la hora del té, alimenta un amor distinto que sólo ellos dos saben sentir.
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Allá por el año 2468, existía un ser llamado ROMAN FITZ que
vivía en las cloacas de París,justo allí donde se acumulaban todas las
asquerosidades que andaban dando vueltas por la ciudad.
Aquel ser tenía cuatro patas, el pelo azul, unas gafas redondas,
y un aspecto tétrico, pero lo que más sorprendía, era que en vez de manos tenía
unas pinzas del tamaño de una carpeta oficio. Era tan pero tan feo que nadie lo
quería, y por eso decidió quedarse allí abajo, en las profundidades de la
ciudad, solo muy solo.
Aquella cosa extraña, que no se sabía muy bien qué era,
sólo tenía como amiga a una rata, llamada MALUALA,a la que a veces, le daba de
comer cosas que sacaba de los desagües y alcantarillas los días de lluvia. Él ya
se venía planteando hace mucho tiempo que ninguna chica lo iba a querer, de lo
feo que era. Pero lo que las chicas no sabían, era que este horrible ser tenía
un gran corazón.
Un día sentado en su sillón mirando la tele y comiendo
golosinas, vio pasar por delante de sus narices a una morenaza de cabellos
rojizos.ROMAN FITZ no podía creer lo que estaba viendo, era imposible para él
que pasara por la alcantarilla una chica tan pero tan linda y mucho menos que
lo mirara como lo miraba. De repente y sin darse cuenta, se encontró con la
morenaza justo enfrente suyo, diciéndole que se llamaba BENEDICTA BELEN y preguntándole
si quería ir a tomar algo, que le encantaba su pelo azul y sus manazas del
tamaño de una carpeta oficio. Justo cuando ROMAN FITZ iba a contestarle con una
sonrisa en su cara, todo se desvanecióde repente yel pobre apareció encima de
un cartón con una almohada hecha de algodón.
Todo había sido y sueño, un sueño hermoso para él pero un sueño
al fin…
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En un pueblo muy alejado de la cuidad, vivía una familia muy humilde, compuesta por la madre Ágata, el padre Búfalo y la hija, Pequeña Peste.
La niña, de unos trece años iba al colegio todos los días y al volver ayudaba a su madre a preparar la comida. Hacía siempre la tarea, era una niña muy aplicada, de hecho la mejor en su curso.
Pero había solo un problema, sus compañeros la discriminaban por ser pobre; en los recreos solían cargarla, diciendole cosas como: "tu padre es un muerto de hambre".
Pequeña Peste volvía muy triste a su casa, los niños eran muy crueles con ella; pero nunca quiso contarle nada a sus padres para no preocuparlos.
Un día, la niña caminaba hacia la escuela cuando de repente se le presentó un hombre llamado RObin 251; era muy alto y estaba vestido como un superhéroe- Buen día niña, ¿Por qué es que llevás esa carita tan triste?- le preguntó regalándole un chupetín. -Yo soy Robin y vine aquí para ayudarte, contame lo que te sucede.
Pequeña le cuenta lo que le estaba pasando en la escuela y el sólo le dijo una cosa:
- Quedate tranquila, todo va a estar bien- Y así se despidió.
Al día siguiente todo había cambiado, sus compañeros ya no la maltrataban, de hecho, era muy amables con ella.
La niña tenía una sonrisa enorme dibujada en la cara, sabía que Robin tenía algo que ver con todo esto.
Desde ese día, todo fue color de rosas para la familia. Un hombre del pueblo le ofreció un trabajo muy bienpago a Búfalo; y Ágata entró a trabajar en una mercería muy conocida del pueblo. Así, pudieron pagar todas las deudas, comprarse una mejor casa y acomodarse económicamente.
Una vez más, Robin 251, había dejado su huella.
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Debimos describir varios personajes a partir de nombres que nos dio la profesora de caballos participantes de la sección de Turf de los diarios (Gertrudus, Pelmalita, Mercantman y Ralima), y luego elegir algunos de ellos para escribir una historia utilizándolos.
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Érase una vez en el reino No todo es lo que parece, una niñita llamada Gertrudus. Ya a la edad de su adolescencia, se hizo la gran fiesta en su honor. Invitaron a todos los príncipes y princesas de los reinos vecinos.
Esa misma noche fue la noche en que Gertrudus vio bajar a MercantMan, un apuesto príncipe, por las escalinatas del palacio. Se miraron y surgió el amor a primera vista. Pero ella escondía un secreto, más bien escondía su fealdad. Su hada Ralima madrina, antes de la fiesta, la convirtió en una hermosa princesa a los ojos de los demás.
MercantMan y Gertrudus bailaron y bailaron toda la noche. Salieron al balcón y se dieron su primer beso, el beso del verdadero amor, pero cuando él volvió a mirarla, el hechizo se rompió y ella volvió a ser fea.
MercantMan comprendió en ese instante que su belleza provenía del interior, y sin importar lo que pareciera por fuera, le juró amor eterno. Al poco tiempo se casaron, y vivieron felices. Lindo y fea por siempre.
Melody Barbieri y Romina Pópolo, 2013
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Gertrudus
Es una vieja de pelo largo canoso y ondeado, que le gusta vestirse con harapos. Trabaja como astróloga en una habitación dentro de su casa ambientada especialmente, en donde atiende a sus clientes.
Es una chica que está todo el día sobre su bicicleta; estudia artes y se viste colorido. Vive en Almagro, le gustan las plantas y tiene de mascota un loro parlanchín, con el que habla todo el tiempo.
Es la hermana gemela de María Marta Serralima, pero, a diferencia de ella, es extremadamente flaca. Trabaja como bioquímica, usa lentes y vive en el extranjero.
Es narcotraficante y vive en Puerto Madero. Va con su valija a todos lados, usa traje, escucha música electrónica, es mujeriego, y se la pasa adentro del gimnasio todo el día. Usa lentes oscuros y tiene barba.
Una mañana, Pelmalita andaba por la bicisenda de la calle Gascón disfrutando del día de sol con Pascual, su loro parlanchín, en el hombro, cuando al escuchar el fuerte ruido de un caño de escape, éste se asustó y emitió un chillido ensordecedor. Ella se exaltó, perdió el control de su bicicleta, y chocó contra un auto que pasaba velozmente a su lado. Por suerte, la joven no sufrió lesiones, pero Pascual quedó desplomado en el piso.
Desesperado, el automovilista, un hombre bastante llamativo llamado Mercantman, se bajó del vehículo y le ofreció ayuda. Tomó su portafolio de cuero marrón y sacó de su interior unas pastillas para reanimar al loro. Nadie sabe cómo, pero apenas introdujeron las blancas píldoras en el pico de Pascual, éste revivió sobresaltado y salió volando perdiendo varias plumas.
Pelmalita exasperada comenzó a gritar y le pidió al muchacho que la ayudara a recuperar a su mascota. Dejó su bicicleta tirada en el medio de la avenida, se subió al lujoso auto y arrancaron a toda velocidad.
¡Menos mal que Pascual era un bicho de ciudad! Haber nacido entre edificios le había hecho tener pánico a las alturas, así que no podía volar muy alto. Pelmalita y Mercantman lo seguían a pocos metros, pero cada tanto lo perdían de vista y lo volvían a alcanzar. Lo siguieron por varias cuadras, cruzaron puentes, semáforos en rojo, varias curvas hasta que, llegando a Puerto Madero, le perdieron el rastro, justo en el momento en que un barco zarpaba hacia Uruguay. Entre la muchedumbre que lo abordaba, los jóvenes visualizaron al loro medio atontado; y de repente no lo vieron más.
Del otro lado del charco vivía Ralima, una mujer extremadamente delgada que, por cuestiones de trabajo, se había tenido que mudar a la República Oriental del Uruguay. Fue ella quien, al ir a buscar al puerto a su hermana María Martha que la venía a visitar, se topó con Pascual, totalmente desplumado, desmayado en la cubierta del barco. Sin dudarlo lo levantó, lo cargó en su bolso y lo llevó a su casa para hacerle las curaciones pertinentes.
Ralima era bioquímica, y fue gracias a eso que, como halló al loro bastante exaltado, decidió hacerle algunos análisis, descubriendo que el ave había ingerido narcóticos. Enojadísima, se dirigió a la DIAC (Defensoría Internacional del Animal en Cautiverio), e hizo emitir un informe oficial en todos los medios de comunicación latinoamericanos que decía lo siguiente: “Se ha encontrado un loro en muy malas condiciones, al cual se le han suministrado altas dosis de estupefacientes alucinógenos. El mismo viajaba en un barco proveniente de Buenos Aires, Argentina con destino a Uruguay. Se solicitan testigos para esclarecer los hechos y poder ejercer las acciones correspondientes sobre los responsables. Quien haya visto algo sospechoso, comunicarse a la brevedad al 0800-333-DIAC. Agradecemos su colaboración."
Pelmalita, apenas vio el comunicado comenzó a saltar de la alegría, ¡había aparecido su loro! Pero no tuvo en cuenta que no sería tan fácil recuperarlo; ¿cómo regresaría Pascual con ella sin que la detuvieran por ser la culpable de los hechos? Enseguida llamó a Mercantman y juntos empezaron a tramar un plan.
Pascual, ya en la sede argentina del DIAC, esperaba ansioso la llegada de su dueña, pero no tenía idea de todo el embrollo que se había generado a su alrededor. En la sala de espera, la secretaria atendía unos llamados cuando ingresaron dos personas. El hombre se presentó como el Supervisor del Área de Higiene y Seguridad exhibiendo su carnet de identificación, por lo que la secretaria lo dejó pasar, junto a la asistente que lo acompañaba, para que revisara una a una las habitaciones del establecimiento.
De buenas a primeras, la pareja dijo haber encontrado todo en condiciones y se retiró -portafolio de cuero marrón en mano- por la puerta principal. Todos sabemos quién iba ahí dentro. Todos sabemos cómo lograron meter a un loro (bastante inquieto y movedizo por cierto) en una maleta. Todos lo sabemos, pero ¿qué le hace una mancha más al tigre?
Carolina Valletta, Flavia Abeleira López y Nadia Puértolas, 2013
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Pelmalita, la caprichosa
Pelmalita era la brujita más caprichosa y pedigüeña que se podía imaginar. Todo lo quería al momento y sin esfuerzo, y no dudaba en gritar y patalear para conseguir lo que fuera. Tanto, que de vez en cuando su papá agitaba la varita para concederle alguno de sus deseos. Hubo un día en que su papá estuvo tan concentrado en una de sus pociones que salió a toda prisa y olvidó la varita sobre la mesa. Así que la pequeña bruja no tardó en poner a prueba su magia.
Aquello era como un sueño para Pelmalita. La brujita no dejó de usar la varita mágica ni un solo momento y ,ante ella, aparecieron vestidos de princesa, príncipes encantados, duendes, animales y todo tipo de objetos mágicos y maravillosos.
A la mañana siguiente, un murmullo de quejas y lamentos despertó a Pelmalita. Toda dormida, se asomó a la ventana y apenas podía creer lo que veía: cientos de seres y criaturas del bosque protestaban enfadadísimos ante su casa, Hasta sus dos mejores amigos, Ralima y Mercant man.
Caminó hasta la puerta y les preguntó qué deseaban.
- ¡Has secuestrado a mi tío! - gritaba un duende.
- Devuélveme mi dragón- protestaba Mercant man.
-¡Ahí está mi corona!- decía Ralima
Y así, todos golpeaban su puerta para que Pelmalita les devolviera aquellas cosas que había hecho aparecer en su casa el día anterior. Algunos habían sufrido problemas muy grandes, y Pelmalita se sintió fatal por haber causado aquel alboroto.
Así, formaron una gran fila y uno a uno, les fue devolviendo todo lo que les había sacado con la varita el día anterior, pidiendo disculpas por no haber pensado en las consecuencias de sus caprichos, y prometiendo su ayuda para reparar todos los daños que hubiera causado. Al caer la noche, le llegó el turno al último de la fila, Pelmalita descubrió con miedo que era su padre, quien venía a recuperar su varita.
Pero ya no estaba enfadado, porque gracias a aquella travesura, Pelmalita había aprendido que las cosas hay que conseguirlas con esfuerzo, porque nunca aparecen como por arte de magia, sino que siempre salen del trabajo y dedicación de alguien.
Lucia Postiglione, Flavia Gentile y Agustina Martinez, 2013
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*Gertrudus: es una bruja, con un lunar negro, tiene un vestido negro con detalles en verde, y un sombrero verde esmeralda. Usa unas botas con una terminación muy puntiaguda. Tiene un gato y un perro que se llevan mal.
*Pelmalita: es un hada chiquitita, viste con medivachas blancas, vestido rosa,, zapatos morados y vincha al tono, tiene alitas de cristal, y su cabello es rizado y rubio.
*Ralima: es la Diosa del Clima, su cabello es oscuro, tiene ojos verdes, está envuelta en un manto celeste y se presenta parada sobre una nube.
*Mercantman: es un hombre que se dedica al mercadeo, es rubio, tiene pelo largo y lo usa atado, viste con camisa blanca, y pantalón y chaleco de cuero marrón, lleva una bolsa (tipo morral) cargada con monedas de oro.
Gertrudus es una bruja malvada, quien cansada de vivir en soledad investiga en libros de magia negra y encuentra un hechizo para convertir a un animal en un hombre soñado.
Sale una mañana en busca de algún animal para cazar, encuentra un ciervo, que caza y carga hasta la casa donde comienza a realizar el hechizo, el cual no es instantáneo, debe dormir esa noche abrazada al animal, y con el primer rayo de sol que entre por la ventana, el ciervo se convertirá en humano. Ella debe inventarle una historia con datos minuciosos sobre los dos, que él creerá y vivirá a su lado.
Al amanecer el ciervo, ya convertido en humano, despierta primero, y confundido mira alrededor, a Gertrudus que lo abrazaba, la despierta y ella le dice:
-Buen día hombre mío!! Usted es el ser mas soñado de esta aldea, es hermoso, y me pertenece. Somos pareja hace muchos años, el amor que usted siente por mi es tan inmenso como el pantano en el que se ahogará si deja de amarme. Mi amor por usted es tan único como esta realidad. Qué hermoso es su despertar, y más hermoso es hacerlo juntos. Le prepararé un banquete para comenzar el día.
-Buen día… mi… amada- Dice Mercantman aún confundido.
Durante varios meses logra mantener a su hombre encerrado, pero luego de un tiempo al muchacho le intriga como es la vida fuera de esa casa, y mientras Gertrudus cocinaba en un enorme caldero negro, despacio y por una ventana el hombre escapó.
Pasa la noche en el bosque, y a la mañana siguiente recorre la aldea, asombrado por tantas cosas que no conoce, entabla amistad con un marinero en el puerto, y tiempo después se convierte en mercader de la aldea.
Mientras tanto Gertrudus, desesperada por el abandono de su hombre recorre el bosque noche y día, pero no se acerca a la aldea ya que la han condenado con amenaza de quemarla en la hoguera.
Pero caminando por el bosque se topa con Pelmalita, un hada dulce, perfecta por dónde se la mire. Se ven, se miran, y se enamoran perdidamente el uno del otro, y emprenden un camino juntos, sin saber a dónde ir, ni qué destino les depararía. Gertrudus, que llevaba meses caminando por el bosque solamente alimentándose de frutos y algunos animales, tenía un aspecto aún peor al de cualquier bruja. Presiente que su hombre está cerca, lo busca, y lo encuentra de la mano con Pelmalita. Desesperada de ira realiza un conjuro en el que Mercantman queda atrapado en una dimensión entre el cielo y la tierra, y Pelmalita en una jaula de hierro, colgada de un árbol, condenada a una vida eterna encerrada allí.
Ambos enamorados con el corazón en pedazos por no poder estar juntos ni cuidar uno del otro.
Por otra parte, Gertrudus, vuelve sobre el hechizo realizado ya hace un tiempo, y lo realiza con un lobo del bosque. Repite la misma historia que con el ciervo, crea un hombre maravilloso, pero esta vez, la casa está protegida con rejas, y puertas y ventanas sólo se abren con hechizos de bruja.
Luego de una tarde de feria, Mercantman decide ir a visitar a Gertrudus, ya que al no tener conocimiento de que ella era una bruja, no le guarda ningún rencor.
Todo había sido y sueño, un sueño hermoso para él pero un sueño al fin…
T Galimberti Yesica - Pasetto Natalia - Perez Celeste, 2013
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- Gertrudus: muchacha con mal carácter.
- Mercauman: galán del barrio.
La magia de los sueños
En aquel barrio, barrio de La Bocavivían Doña Gertrudus con su hijo Mercanman. Eran dueños del conventillo más famoso de la zona. Estos eran muy respetados en el barrio, todos sabían que Doña Gertrudus era una mujer con muy mal carácter, con pocas pulgas y algo irritable. En cambio su hijo, era una persona muy amable, sencilla y el más deseado por todas las muchachas de La Boca, las conquistaba con su simpatía.

Una mañana de julio, se escuchan los aplausos que tocan desde la puerta. Gertrudus atiende, era una muchachita, de tez blanca y pelo obscuro, oriunda de Italia. Estaba en busca de un cuarto en donde pasar la noche. Doña Gertrudus la atendió con cortesía, ya que era una muchacha nueva y debía de enseñarle el conventillo. Una vez recorrido el lugar, la chica decide quedarse a pasar unos días allí.
Esa misma noche, en el horario de la cena, Mercanman conoce a la nueva inquilina. Al verla sus ojos se llenan de brillo, la voz se le quiebra y comienza a sentirse nervioso, nunca antes le había pasado algo así con alguna otra chica.
- Buenas noches – le dice a la muchacha.
- Buenas noches señor – dice Sofía, que así se llamaba ella.
- Dime Mercanman, no señor.
- Un gusto Mercanman, mi nombre es Sofía.
- Bienvenida Sofía, sentite como en tu casa. Cualquier cosa que necesites aquí me tenés.
Esa noche cenaron, no hablaron mucho, ya que él no podía de los nervios, ella estaba nerviosa porque era nueva allí, y Doña Gertrudus no hablaba en la cena porque no le gustaba.
Al día siguiente, al levantarse Mercanman lo primero que hizo es ir en busca de ella. Al llegar al comedor se entera de que ella había salido temprano. Decidió salir por el barrio a ver si la veía.
Al llegar el mediodía, decide volver, algo desesperanzado ya que no había podido encontrarla. Al entrar al conventillo su madre le dice:

– Querido hijo, la muchachita ésta que llegó anoche ya se largó.
- ¿Cómo que se fue?-le preguntó.
- Sí, hijo, se fue. La verdad es que mejor porque no me traía buena espina la muchachita ésa-le contestó.
- ¡No puede ser! – dijo Mercanman y se fue a su cuarto.
Ese día Mercanman pasó todo el día en la cama, triste de no haber podido encontrar a Sofía, y no haberle podido decir todo lo que le pasaba cada vez que la veía. Y fue así que cuando él cerró los ojos para poder dormir un rato, la vio y ella le decía que lo esperaría en el puerto a medianoche, que quería irse lejos con él. Entonces, saltó de la cama, tomó su abrigo y salió. Al llegar al puerto estaba ella, tal como su sueño le había dicho. Subieron al primer barco que vieron y se fueron por el mundo sin rumbo alguno, sólo disfrutando el momento de estar el uno con el otro.
María Belén Andrés, 2013