martes, 25 de junio de 2013

Nuestra escritura: La frase de inicio. Objetos para ir contando.



Consigna: Continuar la frase inicio y desarrollar historia fantástica:

"Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres humanos han muerto. Golpean la puerta".

Se queda pensando quién puede ser y se decide a abrir la puerta. La mujer se queda asombrada al ver el rostro de un hombre ya que la mujer se creía que había matado a todo el mundo con ayuda de sus poderes malignos. Lo invitó a pasar y se quedaron hablando durante horas, mientras la mujer estaba pensando cómo matar al hombre, porque su único afán era quedarse sola en el mundo. 

Decidieron ir a dar una vuelta y ella empezó a preguntarle cómo había conseguido sobrevivir ante el terrible monstruo que en verdad se escondía en ella. El hombre le explicó que estuvo en un misterioso coma y lo habían abandonado y que se había escondido en el sótano del hospital y cuando despertó se encontró sin nadie en el mundo, no sabía en qué época estaba, el año que era, ni qué le había pasado a la gente. Hasta que decidió ir a buscar algún alma viva y escuchó ruidos en su casa. 

La bruja creyó que era el momento oportuno para lanzarle un hechizo para matarlo y cuando le lanzo uno el hombre la estaba mirando por el reflejo del vidrio de la ventana, se dio media vuelta empezó a lanzar hechizos y se creó una pelea espantosa. El hombre también era brujo, todo lo que le había dicho era mentira para conseguir quedarse solo en el mundo y al final lo consiguió. 

Mato a la bruja y se quedó pensando unas horas hasta que se dio cuenta que se aburría mucho y se suicidó.

Agustina Martínez, 2013




Sobrevivientes

"Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean la puerta".

-¿Quién es?­- Pregunta temerosa y afligida.
-¡Abra la puerta! Soy un sobreviviente, mi nombre es Juan. Estoy ayudando a la gente. Confíe en mí, la llevaré a un refugio.
Abre la puerta y lo abraza con todas sus fuerzas, es la primera persona que ve hace tres semanas.
-¡Gracias a Dios! No soy la única sobreviviente de Argentina.- Dice la mujer. Ayúdeme, mi familia está muerta. No sé qué hacer.
-No se preocupe, entiendo su dolor, yo he perdido a mi mujer y dos de mis tres hijos. ¿Cuál es su nombre?-
-María Macalister.
-María debemos ir al refugio, es muy peligroso seguir aquí. La causa de las muertes es por un  virus que se expandió por toda la ciudad.

Enseguida ella tomó algunas pertenencias, comida y agua. Subieron a la camioneta de José y emprendieron camino hacia el lugar.
En el recorrido encontraron seis sobrevivientes más, de los cuales dos no confiaron en él y no quisieron subir al vehículo. Era una pareja de extranjeros que estaba de vacaciones en el país.
Al llegar  las personas que estaban allí esperándolos, los recibieron con muy buenas noticias.
- ¡José! – dijo Felipe, un hombre que había quedado solo, sin familia, de unos sesenta años.-¡ Qué bueno que llegaron!
-Escuchamos en las noticias que los gobiernos de los países más cercanos a nosotros están combatiendo el virus -
-¡Estiman que en dos semanas lo lograrán!
Al escuchar  a Felipe, José, María y el resto de las personas que vinieron con ellos lloraron desconsoladamente de alegría, pero al mismo tiempo de tristeza por todas las víctimas del desastre.
Las dos semanas siguientes fueron eternas. Día a día escuchaban la radio para enterarse de las novedades. Nadie se arriesgaba a salir, faltaba muy poco para estar a salvo.
Para pasar el tiempo y levantar el ánimo, escuchaban música alegre, hacían juegos de mesa, contaban sus historias personales, etc.
¡Al fin llegó el día! Al salir a la calle, los estaban esperando las autoridades de sanidad para revisarlos y asegurarse de que no estuviesen infectados.
Por suerte, todos estaban en excelente estado de salud. Llevaron a cada uno de ellos a distintos hogares fuera del país, ya que debían esperar a que todo se volviera a recomponer, y eso llevaría mucho tiempo.

                                                                                                                    Flavia Gentile, 2013



-¿Quién es?- Contesta ella, sabiendo que no había ninguna posiblidad de que hubiera un  ser vivo del otro lado.
-¡ AYUDA, AYUDA!, déjeme pasar, se lo suplico, no le haré daño.
¿Como podía ser que alguien le estuviera tocando la puerta si ella era la única sobreviviente de lo ocurrido?
Pero es así, se ve que alguien mas había subsistido al horror mas grande e inimaginable.
La mujer, ingenua, abre la puerta y ahí esta él. La vino a buscar.
Después de eso, el mundo quedó en silencio; ahora sí, ya no habían quedado sobrevivientes.

Lucía Postiglione, 2013

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Consigna: Ir narrando a medida que se muestran objetos diversos, cada minuto.  

“El hombre”

Era una tarde como cualquier otra, soleada, que acercaba la llegada de la primavera. María y Julieta tomaban mate con tortas fritas, cuando de repente alguien golpeó a la puerta. Era un hombre que anunciaba que vendía BROCHES muy económicos y recomendaba comprarlos.
Julieta, muy amablemente, le dijo: 
-No necesitó en este momento. Pero antes de que el hombre siguiera su camino de ventas, una hermosa FRAGANCIA impactó a María. Ella se acercó al señor para preguntarle por ese bello aroma que olía. Él se rió y le mostró un juguete de su infancia, un divertido TROMPO color rojo. Le dijo:
-Esto y el PERFUME son los únicos recuerdos que tengo de mi padre.
El comentario dejó sin palabras a las mujeres del hogar. Una rara idea invadió los pensamientos de María, quien quiso compartirla con su amiga y aquel hombre:
-¿Qué tal si descorchamos un vino y brindamos?- Les propuso.
El hombre no podía creer la invitación y aceptó con gusto. Se sentó a la mesa y, en ese momento, comenzó con su CEPILLO a limpiar su pulóver, porque quería estar a la altura de la circunstancia. De paso aprovechó para tirar algunas cosas viejas, como piedras y trapos, que traía en su viejo bolso marrón.  Al revisar, encontró un libro, que manifestó ser muy importante para él, y les expresó a las jóvenes:
-Ustedes hoy me devolvieron la sonrisa y la esperanza, por eso yo quiero regalarles ese libro, que significa mucho para mí.
Emocionadas, María y Julieta le propusieron a ese hombre, que todavía no sabían ni siquiera cómo se llamaba  escuchar un poco de música. Pusieron un CD de Charly, cálido, a baja voz.
De una caja vieja Julieta sacó una especie de resortera, que ella también tenía de recuerdo de su padre. María comenzó a reír y les dijo:
-Yo también conservo algo de mi padre, un pequeño anillo.

Y se los mostró. Esa tarde, que era como cualquier otra, marcó un antes y un después en esas tres personas, que por años conservaron una bella amistad.
Eugenia Laise, 2015

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