Creamos nuestros cuentos a muchas manos utilizando una hoja por persona, en la que fuimos escribiendo los diferentes momentos de nuestras historias siguiendo pautas establecidas.
Estas hojas iban pasando de mano en mano, y cada una debía agregar una parte de la historia utilizando determinadas palabras.
Estas hojas iban pasando de mano en mano, y cada una debía agregar una parte de la historia utilizando determinadas palabras.
La nube
pomposa como el algodón, dulce y escandalosa, se quejaba de la ruidosa
mariposa. Ella, tan colorida, con sus alas siempre desplegadas, volaba al
compás del cascabel que le colgaba de su cuello.
Por las mañanas la mariposa Marosa emprendía su recorrido. No elegía
cualquier flor donde reposar y llenarse de su aroma, sino que escogía la más
esplendorosa.
Cuando la nube se enojaba por no soportar el tintinear de su cascabel,
se ponía delante del sol para que la mariposa dejara de volar. Hasta que un
día, Marosa desplegó sus alas delante de un jazmín blanco, requeteblanco. Su cascabel
tintineaba excitado.
Marosa voló más cerca de Jazmín y dio varias vueltas a su alrededor.
Jazmín le susurró algo en el momento en el que Marosa aleteó cerca de sus
pétalos, y la nube, ya furiosísima, entonces urdió su plan.
Se acercó a Jazmín y, amablemente, le dijo que si le ayudaba a
silenciar el tintineo constante y sonante del cascabel de Marosa, le regalaría
alguno de todos los colores del cielo (ése que él más quisiera), para que
dejase de ser blanco, réquete blanco.
Ahí nomás la flor pensó que sería capaz de intentar engañar a Marosa
con tal de conseguir ese azul que tanto deseaba desde hace tiempo, pero quizás
perdería su compañía… ¿Valdría la pena?
Entonces, después de pensar largo y tendido, se le ocurrió una posible
solución: seducir nuevamente a Marosa con sus suaves y perfumados pétalos, y
cuando la mariposa estuviera a su lado aleteando alegremente, la abrazaría
fuerte fuerte y le arrancaría el cascabel sin que ella se diera cuenta.
Y así fue que Jazmín abrazó enérgicamente con sus pétalos blancos a Marosa
(quien se puso bastante colorada, por cierto), y sin que lo notara le sacó
suavemente el artilugio. Tan enamorada y nerviosa estaba la mariposa que ni
cuenta se dio de su pérdida y se fue volando, aleteando zigzagueante, cantando
a los cuatro vientos.
Por supuesto que la nube tuvo que regalarle el azul al Jazmín como lo
había prometido, pero andan diciendo por ahí que ahora quiere ofrecerle también
un naranja para que enmudezca a Marosa, porque tampoco le gusta su cantar.
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Amor incondicional
Lo
encontré en la baulera. Estaba sucio, descolorido… Pensé que no lo iba a
encontrar nunca; pero así, como por arte de magia, apreció de repente, y me
asustó bastante.
Empecé
a desempacarlo, le di algunas vueltas; lo puse del derecho y del revés, y
seguía igual que antes. Lo lancé por los aires y en pleno vuelo lo atrapé.
Descubrí que tenía un olor dulce, avainillado, pero en el fondo putrefacto.
¿Quién
iba a pensar que le iba a molestar tanto? Mi intención no era ofenderlo. Decidí
entonces sacudirle el polvo que le quedaba y meterlo en una caja para llevarlo
a la tintorería.
Junté mis cosas, salí a la calle y paré un taxi.
“- A
Rivadavia y Olivera, tome la rotonda por favor”.- Le dije rápidamente al chofer
que me observaba atentamente por el espejo retrovisor.
Durante
el viaje se podía percibir un clima de extrañeza como si éste hombre que me
estaba llevando a aquel lugar, pudiese leer mi mente y saber lo que estaba
transportando.
De a poco la lluvia comenzó a amainar, por
suerte ya había llegado a mi destino; pagué y me baje del auto solo con un
gracias y adiós.
Al
caminar un par de cuadras descubrí que había dejado el paquete en el auto; al
correr tras él, pisé un charco que salpicó toda mi cara, la tristeza de la
perdida me llevó a quedar allí hasta el anochecer.
Hacía
frio y ese lugar no era para nada seguro, entonces agarré mi cartera, me
levanté del piso, donde llevaba horas sentada, y decidí empezar a caminar para
alejarme de allí.
No tenía plata y menos monedas, en consecuencia, no tenía como volver.
No tenía plata y menos monedas, en consecuencia, no tenía como volver.
Caminé y
caminé, creo que habrán sido como cuarenta cuadras, pero por fin había llegado
a casa.
Y ahí
estaba él, esperándome…
- ¿Cómo
te fue?-Me preguntó serio. Lo único que tenía para decirle era “perdón”
-
Perdón, no pude cumplir con vos, me olvidé tu traje en el taxi cuando lo estaba
llevando a la tintorería, perdoname mi amor.
-¿Vos me
estas cargando?, nos casamos mañana y me decís que te olvidaste mi traje en el
taxi…- me dijo él con su peor tono de voz; bah, en realidad, no hacía otra cosa
que gritarme.
- Esta
bien, tenés razón, yo me equivoqué y yo lo voy a arreglar.
Sabía que lo había decepcionado, le había perdido el traje que habían usado todos los hombres de su familia.
Sabía que lo había decepcionado, le había perdido el traje que habían usado todos los hombres de su familia.
Y miranos hoy, acá estamos en esta casa, con
estos tres hijos hermosos, y un amor incondicional que nos une de por vida. Lo
de la pérdida del traje quedará como una anécdota para siempre.
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Una noticia inesperada
Era
un invierno muy frío y frágil, la
nieve sobre las montañas, las familias en sus casas junto al hogar tomando un
rico té con unas facturas.
Luego
de la nevada del jueves, la familia López decidió salir a jugar con la nieve
junto a sus vecinos. Cinco minutos después, sonó el celular del señor López para recibir la noticia de su vida: era
ganador de quinientos mil pesos. Saltó de alegría y le dio un cariñoso y fuerte abrazo a los suyos y
compartió la novedad con el resto de las personas que estaban ahí. A partir de
esto se hizo muy popular, era el
primero en el barrio en ganar tanta plata.
Minutos después, tomó las llaves del
auto para ir en busca de su premio junto a su familia y su perro Scott, que lloraba y se movía sin cesar, inquieto y desacostumbrado a viajar en auto.
Cuando llegaron a la agencia de quiniela y recibieron el dinero, comenzaron a
llorar de emoción, imaginándose todo lo que podrían hacer con él.
Cuando volvían a su casa, pasaron por el supermercado
para comprar algo rico de comer, y
así festejar invitando también a algunos vecinos. Al sentarse a la mesa, luego
de encender la televisión y cambiar de canales, descubrieron que estaban
saliendo en todos los noticieros.
No podían creer lo que les estaba sucediendo,
-
Cómo nos cambió la vida de un día para el otro cariño - le dijo Olga al
Señor López.
-
Pensar que ayer estábamos
planeando ahorrar si queríamos irnos de vacaciones con los niños cuando llegara
el verano, ¡y hoy eso ya no va a ser necesario! - le contestó López a su mujer.
- ¿A dónde te gustaría ir mi amor? – le preguntó.
-
Mmm… ¡hay tantos lugares que me encantaría conocer! ¿Por qué no te fijás
allí, en el mueble que está debajo de la escalera, y traés los
diarios para buscar en la sección Turismo algo interesante?
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Era una hermosa noche de verano. La luna iluminaba el lago, era impresionante ver el reflejo de la misma sobre el agua. La suave brisa los acompañaba mientras movía las hojas de aquel árbol colorido en el que estaban sentados. Aquel árbol de tres tonos distintos, aquel árbol, que era desde ya hacía mucho tiempo, cómplice de su picardía y de su amor. Aquella noche, noche de luna llena, él decidió darle a ella un regalo muy especial, algo que había permanecido en su familia por muchos muchos años. Sin dudarlo, le obsequió aquella pulsera de plata, la misma que su abuela había usado en su casamiento y que venía de generación en generación.
Luego de darle el regalo, la invitó a bailar. Pasaron una hermosa noche, y nunca dejaron de reír. Decidieron recorrer un largo camino, y la luna los acompañó durante toda la noche. Ellos no paraban de mirarse, y cada segundo que pasaba, más se enamoraban. Soñaron despiertos sobre su amor, un amor que tuvo a la luna como testigo, y a aquel árbol de tres tonos guardando sus secretos de verano.
Esa misma mañana al amanecer, abrazados y muy enamorados, ninguno podía creer lo que estaban viviendo. Aquel amor que había nacido bajo ese colorido árbol, estaba más fuerte que nunca. Se miraron y sin dudarlo un instante él le preguntó:
-¿Te quieres casar conmigo?
Ella con lágrimas en los ojos y sin poder casi emitir una palabra le contestó:
-¿AHORA?
Y él con cara de asombro, se detuvo un instante a pensar y le dijo:
-No, mañana.
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Detrás del arco iris
En aquella calurosa mañana de verano, la ilusa niña de camisa
floreada que todos los días iba a tomar mate a la orilla del río, un
río correntoso y de gran caudal que desembocaba en el Mar Rojo; se
encontró mientras caminaba por el bosque a un simpático personaje. No
era un animal pero tampoco una persona, no se sabía muy bien qué era
exactamente, pero una ardilla que andaba por ahí, le susurró al oído que
ese personaje era muy inteligente.
De repente ese simpático
individuo se ocultó entre los arbustos como invitándola a jugar a las
escondidas. Ella, sin dudarlo ni un poquito, salió corriendo detrás de
él. Se escondió tan pero tan bien que la pobre niña no lo podía hallar,
cuando, sin darse cuenta, la sorprendió detrás de un árbol causándole un
gran susto. Jugaron, corrieron, saltaron y bailaron toda la tarde hasta
caer el sol.
La pequeña sólo soñaba con tener un amigo con quien
compartir sus ricos mates. Fue entonces que lo invitó a que al
día siguiente se encontraran a orillas del río.
Durante la
noche imaginó ese encuentro. "¿Qué tendrá para ofrecerme este
personaje tan misterioso?" La niña pensaba y pensaba pero llegaba a la
necesidad final de no querer perderlo nunca más.
A la mañana
siguiente se dirigió al encuentro. Todo parecía estar en el mismo lugar que ayer, ni un árbol
más, ni un árbol menos, ni una casa más, ni una menos, todo; todo en el
mismo lugar. Hasta el misterioso personaje estaba
donde lo había encontrado el día anterior mientras caminaba.
Allá, a lo lejos, la niña divisó una gran luz, una luz de infinitos colores.
- ¿Qué es eso? - Le preguntó la niña al extraño personaje.
- ¿Qué es eso? - Le preguntó la niña al extraño personaje.
- Alicia, estás en el país de las maravillas y arriba, en la estrella más
luminosa cada vez que me necesites, me vas a encontrar - Le respondió.
Y el simpático individuo desapareció tras ese arco iris de luz, lleno de colores, sin decir más.
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La increible historia de Juancho
Ni bien se sentó sobre la silla, Juancho sintió que era dura, que le dolía toda la columna apenas intentaba moverse.
Lo primero que hizo entonces, fue apoyarse sobre la mesa con sus brazos para equilibrar la distribución del peso ¡Muy reconfortante, por cierto!
Lo que sucedió después ni lo quiero mencionar, pero valga para seguir contando.
Por la noche, cuando se disponía a dormir, se acercaba a la cama y, cuando se sentó sobre ella, notó que era extensible, que se agrandaba o achicaba según cómo se pusiera a descansar. "¡Qué raro!", pensó,"¡Es la primera vez que me pasa!"
Comenzó entonces, a revisar todo el mobiliario de su habitación y se dio cuenta de que los objetos se habían modificado. Algunos parecían haber cobrado vida; otros, pertenecer a otro planeta.
Juancho comenzó a ojear parte por parte, rincón por rincón, y en cada recoveco descubría algo nuevo y diferente. La biblioteca ya no era vertical sino oblícua; los libros parecían estar flotando en el aire. La cama, además, se achicaba y se extendía; según Juancho se pusiera, ésta tenía ahora una manera extraña de estirarse. Las sábanas eran succionadas por un agujero negro que había en el centro del colchón.
"¿Será un sueño?, pensó. "¿O me estaré volviendo loco?"
No terminó de decirse a sí mismo esas palabras, cuando recibió una descarga eléctrica en sus pies. Se sentía terrible. No podía creer ni entender lo que realmente le estaba sucediendo.
Toda esta pesadilla que estaba viviendo fácilmente duró unos minutos, pero para el niño parecía haber pasado horas con esta incertidumbre.
Luego de este mal momento, se sucedieron otros. La cama comenzó a elevarse hasta que el niño no tuvo más alternativa que recostarse boca abajo para no chocar su cabeza con el techo. "¿Y ahora qué hago?" Se dijo con el hilo de voz que le quedaba.
Luego de este mal momento, se sucedieron otros. La cama comenzó a elevarse hasta que el niño no tuvo más alternativa que recostarse boca abajo para no chocar su cabeza con el techo. "¿Y ahora qué hago?" Se dijo con el hilo de voz que le quedaba.
Decidió cerrar los ojos y, mientras lo hacía, pensaba, "¿Hasta dónde llegará todo esto?".
De repente abrió los ojos y vio que a su alrededor estaban el profesor y sus compañeros en la clase. El profesor se acercó y le dijo:
- Juancho,¿ te parece bonito quedarte dormido durante la clase?
- ¡¡Disculpe profesor!! Tuve un sueño muy raro y asombroso ¡gracias a estas sillas tan incómodas!
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¡El dinero no es todo… Pero cómo ayuda!
En una enorme ciudad, donde abundan los autobuses de bellos
colores, unos más grandes que otros, algunos más nuevos, otros más viejos, pero
todos hechos con el mismo fin, trasladar a las personas de un lugar a otro
(quizás desde un grandioso parque de diversiones nos lleven a un sitio oscuro y
tenebroso).
En un lugar, donde los escenarios y las actividades a
realizar pueden ser diversos como ver jugar a la pelota a los más pequeños al salir
al recreo, caminar por el borde de
aquella pileta que tanto se desea en un día de verano, saltar a la soga con mis
compañeros una tarde como tantas o ver como mi papá corre y pierde el colectivo
cada vez que tiene que ir a trabajar, son imágenes que se repiten una y otra
vez en mi cabeza, imágenes tan naturalizadas en mí, que hasta el inconsciente
me las revela cuando voy a dormir. Lo que más recuerdo de todo esto, son las
sonrisas en los rostros, menos la de mi papá cuando pierde el autobús, claro.
Esa mañana que despuntaba hermosa, mientras desayunábamos en
la cocina, observé que sus ojos brillaban como dos estrellas intermitentes.
- ¿Eso fue ayer, papi? ¡Digo, lo del ómnibus! - Le pregunté.
- ¿Eso fue ayer, papi? ¡Digo, lo del ómnibus! - Le pregunté.
- Claro, hoy no estoy para bromas, así que no me molestes. -
Me respondió.
Yo, que nunca lo molesto, me quedé y me dolió su respuesta. Y
si, después comprendí que fue por su falta de trabajo, sus peleas con mamá por
el dinero y lo perdoné. Quise ayudarlo de alguna manera.
-Papi, decidí trabajar ¿Te parece bien? - Le pregunté a la
mañana siguiente.
Se tomó un tiempito, me miró fijamente y vi sus ojos
húmedos.
-¿De qué? - Me preguntó.
Bueno, no sé… estoy terminando la facultad y sólo me falta
dar algunas materias, tal vez puedo preparar alumnos, algo como para ayudar
en casa.
Papá no me dejó ni respirar, me abrazó y me dijo:
-La vamos a pelear juntos ¿te parece?
-La vamos a pelear juntos ¿te parece?
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Extrañas
vacaciones
Estábamos allí, era un lugar inmenso, lleno de vida; desde adentro de la casa podíamos escuchar perfectamente el ruido de las hojas cayendo en el pasto.
Sabíamos que él era perfecto para pasar nuestras vacaciones, por algo lo habíamos elegido ¿No?
No había nada feo, de hecho todo lo contrario. Yo creía que había encontrado mi lugar en el mundo con mis cuatro amigas, ¿qué más podía pedir? una increíble compañía y unas vacaciones por delante.
Decidimos que a la noche íbamos a comer pizzas caseras, así que nos subimos al auto para ir a hacer las compras al almacén.
En el camino nos topamos con un auto que estaba parado en la banquina con las balizas puestas. Una de mis amigas decidió bajarse para ver qué era lo que ocurría. Al acercarse se encontró con el vehículo vacío, no había nadie adentro, sólo encontró unas enormes manchas de sangre. Al ver esto corrió al auto mío asustada y nos comentó lo que vio allí.
Todas comenzamos a llorar de los nervios que teníamos, no sabíamos qué hacer… llamar a la policía, huir del lugar, no sé.
Jamás nos imaginamos que en nuestras vacaciones nos encontraríamos en una situación semejante.
Lucía, la mayor de mis amigas, decidió llamar a la policía, ya que ninguna se podía calmar del pánico que teníamos.
Rápidamente marcó el número y la atendieron:
-Buenas tardes ¿qué desea?
-Soy Lucía Guzmán ¡Es urgente!
-Estoy con tres amigas en la calle Mortén al 500 y encontramos un auto parado al costado del camino, no hay nadie dentro de él y está lleno de sangre.
Mientras ella hablaba con la policía, se nos acercó un hombre encapuchado con un arma de fuego, nos apuntó y pidió que cortáramos.
Se encerró en el auto con nosotras y nos amenazaba constantemente con que nos mataría si decíamos que lo habíamos visto.
Gracias a Dios, a los cinco minutos llegó la policía y nos rescató. Él fue apresado y nosotras intentamos seguir nuestras vacaciones como lo habíamos planeado.
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El sueño del tren
Esa tarde de invierno, como todos los días, Martín está sentado en la silla del comedor tomando su merienda favorita; chocolate caliente con vainillas, mientras mira televisión. Faltan sólo diez minutos para que llegue su mamá del trabajo, lo que significa que tiene que ponerse a hacer la tarea para el colegio. ¡Uf!… ¡Cómo lo aburre ese momento!
Al cabo de un tiempo, al ver que Elena, su madre, no llegaba, Martín se impacientó y decidió llamarla al celular. Resultó ser que estaba comprando un regalo, lujoso por cierto, para la abuela Mecha, que está cumpliendo años, por lo que irán a su casa a festejarlo.
Martín se fue a duchar, se cambió, y ya está listo para cuando llegue su madre a buscarlo, en ese auto lujoso que tienen, como le dice él al Fiat 147. De más está decir que ese tren, el juguete preferido del niño, también va a ir al cumpleaños con ellos, juguete añejo si los hay, el preferido también de su abuelo y su padre. Se podría decir que se trata de un juguete familiar, que va pasando de generación en generación.
Al llegar la mamá, Martín comenzó a saltar de alegría, está muy contento de ir al cumpleaños de su abuela.
Cuando por fin llegaron a la casa de Mecha y Víctor, luego de un largo viaje, Martín entró corriendo a abrazar a su abuela. ¡Por supuesto el abuelo Víctor también recibió un abrazo!
Durante la cena, a Martín se le dio por investigar quién fue el primer dueño de su anhelado tren.
Ahí fue cuando todos empezaron a recordar al bisabuelo Vicente. Le contaron que a Vicente le gustaba mucho dormir, que era inquieto, que le gustaban los fideos. Todo igual a Martín.
Al terminar el cumpleaños, el niño y su mamá se fueron para su casa. En el viaje, después de un día agitado, Martín se quedó dormido. Al llegar la mamá lo despierta, y él, muy entusiasmado le dice:
Al terminar el cumpleaños, el niño y su mamá se fueron para su casa. En el viaje, después de un día agitado, Martín se quedó dormido. Al llegar la mamá lo despierta, y él, muy entusiasmado le dice:
- ¡Mamá, no sabés lo que acabo de soñar!
- Mañana me contás Martín. Ahora descansá. Dice la mamá.
Le besa la mejilla, lo arropa, baja la luz de la habitación y apenas arrima la puerta por si Martín se levanta de noche…
Al día siguiente papá, mamá, y Martín comparten el desayuno.
Martín dice:
- ¿Ahora sí mamá puedo contarte lo que soñé?
- Sí hijito, contame…
- Bueno, soñé que el abuelo Vicente, ese que me dijeron, manejaba la locomotora de mi tren; ¡que era gigante mi tren!, y que pasaba por un país de ogros, que subía una montaña grandota muuuuy hasta arriba de todo; que bajaba girando la montaña y que pasando por un túnel se hacía chiquitito para ir a un país de duendes, y que después el abuelo Vicente volvía aquí, con la locomotora del tren, con papá, con vos, y conmigo.
- ¿Todo eso soñaste?
- Sí, todo eso soñé.
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